Alimentación infantil
Una buena alimentación es fundamental para el crecimiento sano del bebé. Si el niño está o no bien alimentado durante los primeros años de vida, puede tener un efecto profundo en su salud, así como en su habilidad para aprender, para comunicarse, pensar analíticamente, socializarse efectivamente y adaptarse a nuevos ambientes y personas. La alimentación es la base necesaria para un buen desarrollo físico, psíquico y social de los niños. Una buena nutrición es la primera línea de defensa contra numerosas enfermedades infantiles que pueden dejar huellas en los niños de por vida.
Una buena nutrición y una buena salud están directamente conectadas a través del tiempo de vida, pero la conexión es aún más vital durante la infancia. Es en este periodo que los niños podrán adquirir buenos hábitos durante la comida en lo que se refiere a la variedad, al sabor, etc.
Los efectos de la desnutrición en la primera infancia (0 a 8 años) pueden ser devastadores y duraderos. Pueden impedir el desarrollo conductual y cognitivo, el rendimiento escolar y la salud reproductiva, debilitando así la futura productividad en el trabajo.
Lactancia materna
La leche materna es el mejor alimento que una madre puede ofrecer a su hijo recién nacido. No solo por su composición sino también por el vínculo afectivo que se establece entre la madre y su bebé durante el acto de amamantar. En razón de que contiene todo lo que el niño necesita durante sus primeros meses de vida, la leche materna protege el bebé frente a muchas enfermedades tales como catarro, neumonía, diarreas, otitis, infecciones de orina, e incluso otras futuras como asma, alergias, obesidad, etc. Favorece también a la madre. Las mujeres que amamantan pierden el peso ganado durante el embarazo más rápidamente, y difícilmente padecerán de anemia o de hipertensión y depresión posparto.
Añadiendo aún más ventajas, se puede decir que la leche materna es un alimento ecológico. No se fabrica, no se envasa ni se transporta, evitando así el gasto de energía y la contaminación del medio ambiente. Para la familia es un gran ahorro. La leche materna no constituye un gasto económico.
Por todas estas razones y de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Academia Americana de Pediatría (AAP), el Comité de Lactancia de la Asociación Española de Pediatría recomienda la alimentación exclusiva al pecho durante los primeros 6 meses de la vida del niño y continuar el amamantamiento junto con las comidas complementarias adecuadas hasta los 2 años de edad o más.
Dar el pecho
Cuanto antes mejor. Es importante que al niño se le ofrezca el pecho en la primera media hora tras el parto. Después de la primer ahora, el recién nacido suele quedar adormecido unas horas. Durante este tiempo, es recomendable que el bebé se quede junto a su mamá para que se estimule el contacto piel con piel entre ambos. Así, puede ofrecerse el pecho tan pronto como se observe que el niño está dispuesto a mamar, y no solamente cuando llore. El llanto es un signo tardío de hambre.
No se debe olvidar de que el recién nacido sano no necesita más líquidos que los que obtiene de la leche de su madre, no es necesario ni recomendable ofrecer agua ni soluciones de suero glucosado. Antes de darle "suplementos" o cualquier alimento distinto de la leche materna es conveniente consultar con el pediatra.
De la lactancia a la papilla
Hasta los 6 meses del primer año de vida es estrictamente necesario el amamantar a los bebés debido a que se completa la formación de sus funciones intestinales por esta vía (por ejemplo, las enzimas que se encuentran en el estómago e intestino).
A partir de los 6 meses es necesario el cambio de alimentación no solo porque se lo indiquen oficialmente, sino porque el bebé va progresivamente dejando de serlo y sus necesidades nutricionales cambian. El bebé ya no puede mantener una alimentación única de leche materna. Eso le llevaría a una desventaja nutricional.
El cambio de alimentación requiere ayuda y paciencia. Lo primero es tener control sobre las posibles intolerancias alimenticias, es decir, si algún alimento produce diarrea, aumento de temperatura, estreñimiento, u otro tipo de enfermedades al bebé. El organismo del bebé debe irse acostumbrando progresivamente.
Edad de introducción de los distintos alimentos en la dieta del lactante
Recuerden que alrededor de los 7 meses el niño reconoce emociones primarias en las figuras cercanas que le cuidan, por lo tanto si la madre o el padre se pone muy tenso a la hora de dar alimentos, el bebé podrá manejar bastante la situación, poniéndose también muy tenso.
Para el cambio de lactancia a alimentación de transición, siguiendo las recomendaciones de la tabla anteriormente mencionada, el único problema que se presenta es el de la autoridad y firmeza en la decisión del cambio alimenticio, pues, quienes saben lo que necesita para continuar creciendo son los padres. Es absolutamente contraproducente mantener a un bebé con lactancia materna exclusivamente después del primer año. El bebé se verá en un riesgo severo de desnutrición.
Si el bebé llora porque no quiere comer, y los padres recurren al pediatra, puede que él recomiende el uso de jarabes o complementos para el apetito. Pero si aún así no cede el llanto y no hay ninguna evidencia de intolerancia alimenticia hay que pensar que los padres deben tener poca tolerancia a los llantos o mucho temor de que su hijo no coma nada. El ritmo de alimentación de un niño de 1 año debe obedecer a su necesidad nutricional, a su actividad física y eliminación. Por tanto, hay que darle de comer hasta que tenga hambre, porque aun cuando sea algo que normalmente rechaza, con hambre lo aceptará. En principio, introducir un alimento nuevo se tarda unos 2 o 3 días y luego se establece un patrón de horarios normal en los que requiere alimentación. Ejemplo: biberón de mañana, fruta o yogurt a media mañana, comida o almuerzo, merienda, biberón o cena por la noche según sea necesario.
Introducción de la alimentación complementaria tras el destete: Beikost
La leche como alimento único a partir de los seis meses no proporciona la energía y nutrientes que precisa el lactante a partir de esta edad, y además, como sus funciones digestivas han madurado, se deben incluir nuevos alimentos en su dieta, siguiendo unas normas regladas.
No está justificado introducir nuevos alimentos antes de los tres meses, aunque tampoco es aconsejable hacerlo más allá de los seis, porque la falta de diversificación es motivo frecuente de anorexia (pérdida de apetito), a la vez que se desaprovecha una época muy válida para la educación del gusto y el conocimiento de los alimentos básicos que permitirán al bebé adaptarse a una alimentación equilibrada, variada y suficiente.
El lactante es especialmente sensible y vulnerable ante transgresiones dietéticas y sus consecuencias son más serias que en el niño mayor y el adulto. Existen además determinadas patologías asociadas a la alimentación del lactante: anemia por consumo de leche de vaca, intolerancia a la leche de vaca, celiaquía o intolerancia al gluten, alergias alimentarias…
La forma habitual de introducir la alimentación complementaria es ir sustituyendo, de una en una, las tomas de leche que recibe el lactante por los distintos componentes de la alimentación complementaria (papilla de cereales, fruta, puré de verdura…), de forma paulatina, con intervalo suficiente para que el niño vaya aceptando los nuevos alimentos, probando la tolerancia del niño a los mismos antes de introducir uno nuevo y dando tiempo a la adaptación de su organismo. Es muy importante en este periodo, permitir que la cantidad de alimento pueda variar de un día a otro y de una semana a otra, según el apetito del niño.
El niño ha alcanzado además cierto nivel de desarrollo. Empieza a ser capaz de mantenerse sentado con apoyo, comunicarse con quien le ofrece la comida, mostrar deseo de comer abriendo la boca o señalando de alguna forma la cuchara, o de no comer, cerrando la boca o apartando la cara. A esta edad desaparece el reflejo de extrusión (rechazo de todo lo que no sea pezón o tetina) y aparece la sensación de saciedad, que debe empezar a respetarse. También empieza a poder tragar alimentos semisólidos.
Al ir haciéndose mayor, se le irá disminuyendo el número de tomas, de forma que de las 6-8 veces al día que suele alimentarse al empezar la lactancia, pasará progresivamente a 4-5 tomas en la segunda mitad del primer año. Ello no debe comprometer el aporte total de leche que, debe mantenerse por encima del medio litro al día.
Introducción de los nuevos alimentos uno por uno
Los cereales: Se introducirán alrededor de los 4-6 meses y nunca antes de los cuatro. Primero serán sin gluten para evitar sensibilizaciones e intolerancias a esta Aproteína. A partir de los 7-8 meses se puede dar mezcla de cereales con gluten. A menudo es el primer elemento distinto de la leche que se introduce en la dieta de los lactantes.
Los cereales contribuyen al aporte energético, son fuente de proteínas, minerales, vitaminas (tiamina especialmente), ácidos grasos esenciales e hidratos de carbono de absorción lenta, por lo que permiten un mayor espaciamiento de las tomas. No obstante, al tratarse de un alimento calórico, existe riesgo de sobrealimentación si se abusa de su consumo. Para preparar las papillas debe utilizarse la leche habitual y añadir el cereal necesario, manteniendo así el aporte mínimo de 500 c.c. de leche diarios. Son menos recomendables los preparados que contienen de origen cereales y leche y se preparan con agua, ya que la cantidad de leche efectivamente aportada dependerá de la dilución que se efectúe. Los cereales que contienen gluten son: trigo, avena, centeno, cebada. Aquellos que no contienen gluten son: arroz y maíz.
Las frutas: Se empezará a partir de los 4-6 meses con una papilla de frutas por su aporte vitamínico, nunca sustituyendo a una toma de leche, sino complementándola. Se deben emplear frutas variadas (naranja, manzana, pera, uva, ciruela), para contribuir a educar el gusto, y es preferible evitar las más alergénicas como fresa, fresón, frambuesa, melocotón y kiwi. Suelen introducirse después de conseguida la aceptación de los cereales, aunque puede hacerse al revés, primero la fruta y después los cereales. No deben endulzarse con azúcar y no se incorporarán galletas hasta después de los 7 meses, ya que estas contienen gluten. No tiene base nutricional ofrecer zumos de fruta antes de los 4 meses y son probables las reacciones adversas.
Las verduras y patatas: Se irán introduciendo a partir de los 6 meses por su aporte de sales minerales y fibra. Primero, puede darse el caldo añadido al biberón de medio día, después verAduras solas en puré, complementadas con leche. Se deben evitar al principio las verduras con alto contenido en nitratos, como remolacha, espinacas, acelgas y nabos, no introduciéndolas diariamente. Se han dado casos en niños pequeños que han consumido vegetales recalentados ricos en dichos elementos, en los que su piel se vuelve azulada, debido a que se ve afectado el transporte de oxígeno, un cuadro aparatoso pero que no reviste gravedad con el tratamiento adecuado. También hay riesgo de que se produzca esta situación si se conservan las verduras cocidas en la nevera por más de 48 horas junto con el caldo.
Por ello, al principio se han de preferir patatas, judías verdes o vainas, calabacín, etc. para más tarde introducirle todas las demás. Se puede añadir una cuchara de postre de aceite de oliva al puré, pero no debe añadirse sal. Deben cocerse con poca agua y aprovechar el caldo de cocción, en el que quedan disueltas parte de las sales minerales. Al inicio, se recomienda evitar las flatulentas (col, coliflor, nabo) o muy aromáticas (ajo, espárragos).
Carnes: Preferiblemente las menos grasas, empezando por el pollo y nunca antes de los seis meses, en una cantidad de 10-15 gramos por día y aumentando 10-15 gramos por mes, máximo 40-50 gramos, mezclada y batida la carne con las verduras. Posteriormente se introduce la ternera y el cordero. Aportan proteínas de alto valor biológico, lípidos, hierro, zinc y ciertas vitaminas. Las vísceras (hígado, sesos, etc.) no tienen ventajas sobre la carne magra y aportan exceso de colesterol y grasa saturada.
Pescados: Nunca antes de los nueve meses debido a su mayor capacidad de provocar alergia, y si el bebé tiene antecedentes familiares de alergia alimentaria, incluso hasta pasado el año de vida. A partir de esta edad, el pescado puede sustituir a algunas tomas de la carne. Es conveniente empezar por pescados blancos.
Huevos: Nunca crudos.A Se introducirá primero la yema cocida sobre el noveno mes; inicialmente un cuarto, la semana siguiente media y al mes entera, añadida al puré de medio día, para tomar el huevo entero (con la clara) hacia los doce meses. Puede sustituir a la carne, tomando 2-3 unidades por semana. La yema es buena fuente de grasas, ácidos grasos esenciales, colina (sustancia necesaria para un buen funcionamiento del sistema nervioso, ya que a partir de ella de produce acetil-colina), vitaminas A, D y hierro. La clara aporta principalmente proteínas de alto valor biológico, pero entre ellas se encuentra la ovoalbúmina, con gran capacidad de provocar alergias, si se introduce antes de los doce meses..
Legumbres: Añadidas al puré de verduras, a partir de los 18 meses. Si se mezclan con arroz u otros cereales, pueden sustituir parte de las raciones de carne, y se pueden tomar así hasta dos veces por semana.
Yogures: A partir del octavo mes; natural sin azucarar como complemento o mezclado con la papilla de frutas de la merienda.
Azúcares refinados, miel y otros dulces: No es recomendable el consumo de azúcar, pues la dieta del bebé tiene un aporte adecuado de hidratos de carbono. Es muy importante no alimentar a los lactantes con miel, ni jarabe de maíz, debido a que estos alimentos se han identificado como las únicas fuentes dietéticas de las esporas del Clostridium botulinum y a esta edad, no tienen la inmunidad para resistir el desarrollo de estas esporas causantes del botulismo.
Agua: Mientras el lactante recibe sólo leche materna o fórmula adaptada, no suele requerir líquidos adicionales, salvo en situaciones extremas de calor o pérdidas aumentadas (fiebre, diarrea). Por el contrario, ya que la alimentación complementaria supone una mayor carga renal de solutos (sustancias disueltas en líquido: sales minerales, glucosa…), no basta con los líquidos aportados por la leche y otros alimentos, y se debe ofrecer al niño agua con frecuencia.
La leche de vaca: Nunca se introducirá antes del año, y cuando se incluya en la dieta deberá ser entera, por su aporte de vitaminas liposolubles A y D y de grasas, salvo que haya recomendación médica que especifique otra cosa.
Fuente: consumer.es, aeped.es