Cómo encarar los problemas de tu cara
Actualmente los problemas de la piel, en especial la del rostro, parecen aumentar: el acné, la dermatitis, la resequedad, las úlceras cutáneas, las manchas, los poros dilatados, el enrojecimiento, etcétera, son sólo algunas de las afecciones más frecuentes que se presentan en la piel que cubre nuestro rostro.
Siendo la cara uno de los primeros puntos de contacto en relación con el mundo, por lo general cuando algo sucede en esta área llama nuestra atención e inquietud de manera especial. No es lo mismo tener alguna manchita en el muslo, dónde no todos pueden notarlo, a tenerla en la cara. En esta última no podemos evitar muchas veces esconder algo que hasta cierto punto es incomodo.
Los síntomas en la cara
De alguna forma el ser humano sabe instintivamente que los síntomas de las enfermedades como el dolor, la comezón, la incomodidad, el ardor, la inflamación, la fiebre, etcétera, son indicadores de que algo no está equilibrado o funcionando adecuadamente dentro de uno. El síntoma tan solo indica lo que sucede interiormente, y lo más natural es ponerle atención, voltear y ver que pasa y tratarlo de la mejor manera posible. Sin embargo, cuando la cara muestra un síntoma ya sea en forma de acné, resequedad, comezón, rojez, etcétera, muchas veces la cosa preocupa más de lo que debiera, y en lugar de atenderse naturalmente y con paciencia, en ocasiones se comienza a volver algo que era quizá sencillo y de pronta solución, un verdadero conflicto.
El conflicto y la curación
Un padecimiento puede volverse un gran conflicto interior cuando comienza a ser atendido o preocupa de una forma exagerada o desproporcionada. El conflicto de la curación de los problemas de la piel en el rostro son provocados cuando los síntomas, en este caso reflejados en la cara, se mezclan con nuestras ganas de vernos bien, de vernos bellos y “dar buena cara” al mundo. Este conflicto se agrava sobre todo en una cultura dónde la belleza (me refiero a la estereotipada) representa un compromiso severo con el que hay que cumplir, porque la apariencia representa la primera carta de aceptación de una persona.
Cuando se está sumamente influenciado por esta exigencia, entonces se llega a creer que ese problema que se delata tan abiertamente en la cara nos apartará o privará de la aceptación o aprobación que nos otorgan las personas que nos rodean. Cuando el conflicto tiene lugar, ocurre entonces que se intenta poner más atención de la debida al problema, el sentimiento de querer verse bien rebasa la curación misma y una evaluación objetiva y centrada del verdadero problema, y entonces puede llegar a caerse en angustia, inseguridad, rechazo de uno mismo, enojo, enfado, tensión, etcétera. Y a medida que el padecimiento afecte la seguridad de la persona, con más prisa querrá desaparecerle. Es esta prisa la que ocasiona que el problema se agrave y se vuelva más severo.
Desvanecer el conflicto
Como se dijo, sabemos que los síntomas son en realidad las palabras que usa el cuerpo para decirnos lo que ocurre en nuestro interior. En el caso concreto de estos padecimientos de la piel en la cara, lo que el cuerpo nos quiere decir podrían ser varias cosas: que existe una deficiencia de nutrimentos, o algún desequilibrio hormonal, podría ser un exceso o una mala eliminación de toxinas, una deficiencia renal o de circulación y hasta una deficiente calidad en el funcionamiento de nuestros órganos vitales. Estos síntomas también nos pueden hablar de ineficaces hábitos de limpieza, de un exceso de estrés o tensión. Y a nivel más profundo, la piel de la cara expresa muchas veces una inconformidad o irritación profunda con algo o alguien que no se ha sabido expresar o no se ha puesto solución.
Tomando en cuenta lo anterior, quizá podamos sentir lo inútil que es el tratar de enfocarse en erradicar un síntoma con cremas, pastillas, tónicos, etcétera (que si bien ayudan a controlar y desvanecer los síntomas, muchas veces no lo acaban de desaparecer por completo) que tratarlo con paciencia y de una forma más integral, es decir, considerando no sólo el aspecto físico, sino el emocional. En ningún momento queremos que se entienda que no se tengan que usar alternativas, que bien muchas de ellas son efectivas y nos dan alivio y tranquilidad. Lo que intentamos es hacer comprender la importancia que tiene que ver el tomar al síntoma como algo más profundo de lo que aparenta, algo que requiere una consideración más amplia y sobre todo, mucha paciencia y amor de nuestra parte para poder hacer que nuestra cara se limpie y vea sana.
Consciencia
Si quieres en verdad ayudar a tu piel a recuperarse más rápido, hay que hacer una verdadera consciencia de lo que le acontece y tener una voluntad paciente para que tu cara refleje lo que realmente tu deseas que refleje: si te impacientas, seguramente la cosa empeorará. Antes que nada es necesario que comiences a considerar que las condiciones interiores de tu organismo son expresadas honestamente por tu piel. En este caso, considerar el alimento que estás introduciendo a tu organismo es indispensable, pues todo lo que comes (y lo que no comes) lo delata tu piel.
Si tu dieta carece de las suficientes vitaminas, o hay exceso de grasas o toxinas, tu piel no dudará en decirlo. Si tienes un problema de piel, debes procurar alimentos muy sanos y frescos como manzanas, pepinos, zanahorias, nueces y almendras con moderación, avena, algas marinas, levadura de cerveza, etcétera. Los alimentos que contienen flúor (todas las verduras frescas) son excelentes. Evitar grasas saturadas, azúcar refinada, lácteos, productos fritos y embutidos, realizar actividad física además de dormir bien y beber mucha agua, son, se diría, los consejos generales. Y si en verdad quieres ir más profundo y entender más ampliamente a tu piel, puedes revisar lo que sientes.
Emociones
En medicina energética, las pequeñas expresiones de ira que queremos que “los otros vean”, pero que no nos atrevemos a decirlas o no hemos encontrado una solución creativa para expresarlas o para comprender nuestro enojo, se expresarán en la cara como manera de “decirlas indirectamente”. La comezón habla de inconformidad y el enrojecimiento de la piel se asocia a un sentimiento de intimidación o constante enfado. El acné se debe a sentimientos de rechazo o incomprensión, lo cual se asocia a la edad adolescente dónde este sentimiento es frecuente en los jóvenes.
El sentirnos amenazados e inseguros, el creer que algo nos quita o roba nuestra paz, alegría y gozo, provoca que comencemos a tener pensamientos y actitudes irritantes hacía quienes sentimos responsables de nuestra infelicidad o insatisfacción. Estas emociones segregan sustancias en nuestro cerebro que actúan e influyen a nuestras células. Si hay constantes pensamientos de resistencia, aversión e irritación, se provoca una tensión. Esta tensión puede expresarse en aquel órgano que esté más debilitado.
Darte el tiempo para considerar profundamente todo esto y buscar alternativas es una solución que quizá parezca muy lejana o complicada. Pero si pruebas a considerar como la forma en que vives la vida influye en tu cuerpo, quizá tu curación no sea tan lejana ni complicada como crees. Quizá te des cuenta de la fuerza curativa que posee la paciencia, el sentido reflexivo y la curiosidad por experimentar nuevos cambios cuando encares alguna situación o problema en tu vida.