El desapego, el dolor, la paciencia
Hablemos del desapego, el dolor, la paciencia, la generosidad, la igualdad, el amor, la fe…
El desapego: Vivir como las flores
– Maestro, ¿qué debo hacer para no quedarme molesto?… Algunas personas hablan demasiado, otras son ignorantes. Algunas son indiferentes. Siento odio por aquellas que son mentirosas y sufro con aquellas que calumnian.
– ¡Pues, vive como las flores!, advirtió el maestro.
– Y ¿cómo es vivir como las flores?, preguntó el discípulo.
– Pon atención a esas flores -continuó el maestro, señalando unos lirios que crecían en el jardín.
Ellas nacen en el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas. Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos.
Es justo angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los vicios de los demás te incomoden. Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos. Y si no son tuyos, no hay motivo para molestarse…
El dolor: Las perlas
Las perlas son producto del dolor… resultado de la entrada de una sustancia extraña e indeseable en el interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena. Cuando éste penetra en la ostra, las células de nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con capas y capas y más capas de nácar para proteger el cuerpo indefenso de la ostra. Como resultado, se va formando una hermosa perla.
Una ostra que no ha sido herida, no puede producir perlas porque las perlas son heridas cicatrizadas…
¿Tienes una herida que te causa mucho dolor? Entonces produce una perla. Cubre cada una de tus heridas con varias capas de amor. La mayoría sólo aprende a cultivar resentimientos dejando sus heridas abiertas… alimentándose con sentimientos pobres, que impiden que las lesiones cicatricen.
En la vida vemos muchas “ostras vacías” no porque no hayan sido heridas, sino porque no supieron perdonar, comprender y transformar un dolor en amor. Vale la pena sonreir ante las heridas que recibimos como un medio de crecimiento personal.
La paciencia: Las pausas
En la pausa no hay música, pero la pausa ayuda a hacer la música.
En la melodía de nuestra vida la música es interrumpida aquí y allá por “pausas”… Y nosotros, sin reflexionar, pensamos que la melodía terminó.
A veces, Dios nos envía un tiempo de parada forzada. Puede ser una prueba, planes fracasados, o esfuerzos frustrados. Y hace una pausa repentina en el coro de nuestra vida. Nos lamentamos que nuestra voz tenga que callarse, y tenga que faltar nuestra parte en la música que sube hasta los oídos del Creador.
Pero, ¿cómo es que el maestro lee la pausa? Él continúa marcando el compás con la misma precisión y toma la nota siguiente con firmeza, como si no hubiese habido interrupción alguna.
Dios sigue un plan al escribir la música de nuestra vida. Nuestra parte debe ser aprender la melodía y no abandonar en las “pausas”. Ellas no están allí para ser pasadas por alto o ser omitidas, ni para perturbar la melodía o alterar el tono.
Recuerda además que la pausa no dura mucho… ¡apenas sirve para continuar la melodía!
La generosidad: La propina
En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de diez años entró en una heladería y se sentó a una mesa.
-¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con almendras?- pregunto el niño.
– Cincuenta centavos – respondió la camarera.
El niño sacó su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas.
– Y ¿cuánto cuesta un helado solo? – volvió a preguntar.
Algunas personas estaban esperando por una mesa y la camarera ya estaba un poco impaciente.
– Treinta y cinco centavos – dijo ella bruscamente.
El niño volvió a contar las monedas…
– Quiero el helado solo – dijo el niño.
La camarera le trajo el helado, y puso la cuenta en la mesa y se fue.
El niño terminó el helado, pagó y se fue.
Cuando la camarera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costó tragar saliva con lo que vio: allí, puesto ordenadamente en el plato vacío, había quince centavos… su propina.
La igualdad: Examen… de conciencia
Durante mi segundo semestre en la escuela de enfermería, nuestro profesor nos dio un examen sorpresa. Yo era un estudiante consciente y leí rápidamente todas las preguntas, hasta que leí la ultima: "¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela?”
Seguramente esto era algún tipo de broma. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Ella era alta, cabello oscuro, como de cincuenta años, pero, ¿cómo iba yo a saber su nombre? Entregué mi examen, dejando la última pregunta en blanco.
Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si la última pregunta contaría para la nota del examen.
"Absolutamente", dijo el profesor. "en sus carreras ustedes conocerán muchas personas. Todas son importantes. Ellos merecen su atención y cuidado, aunque solo les sonrían y digan hola ”.
El amor: La aceptación de todo
Un hombre de cierta edad vino a la clínica donde trabajo para curarse una herida en la mano. Tenía bastante prisa y, mientras se la curaba, le pregunté qué era eso tan urgente que tenía que hacer.
Me dijo que tenía que ir a una residencia de ancianos para desayunar con su mujer que vivía allí. Me contó que llevaba algún tiempo en ese lugar porque tenía un Alzheimer muy avanzado.
Mientras terminaba de vendar la herida, le pregunté si ella se alarmaría en caso de que él llegara tarde esa mañana.
– No – me dijo – Ella ya no sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me reconoce.
– Entonces – le pregunté extrañado – y si ya no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas?
Me sonrió y, dándome una palmadita en la mano, me dijo: “Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella”.
Y es que el verdadero amor es la aceptación de TODO lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya nunca más podrá ser”.
La fe: Entregarse
Imagina que un Ángel está a tu lado en estos momentos… Silencio… Quédate tranquilo y piensa en todos los problemas que te gustaría solucionar. Todo lo que te angustia, te hace llorar, te oprime, te preocupa, te deja triste. Hasta tu miedo del futuro, de equivocarte, de escoger el camino errado… Piensa ahora en todo eso…
Abre tu corazón e imagínate entregando todo eso a Dios, a la Vida, al Universo o a Aquello en lo que tú creas. Coloca tus manos en posición de entrega. Imagínate entregándolo ahora, como quien entrega un saco bien pesado a otra persona para que lo lleve.
Ahora, imagina todo lo bueno que tu quieres que suceda, o lo que ya haya acontecido en tu vida. Momentos de felicidad, de amistad, de cariño, de paz, de amor…
Coloca todo en tus manos, imaginariamente, y haz el gesto de guardarlo en tu corazón, como se guarda una joya en una cajita. Coloca aquel tesoro guardado muy dentro de ti, y di “Gracias”, con mucha fe, de corazón. Agradece… por todo lo bueno que quedo y por todo lo malo que salió.
Cuenta hasta tres y respira bien profundo.
Ahora… imagina que el Ángel voló y se llevó tus oraciones hasta Dios.
Como mayor agradecimiento, envía esta bendición a quien tu crees que lo necesita y que pueda estar necesitando de ayuda. Incluso para aquellas personas que aparentan estar maravillosamente bien.
Y que DIOS te bendiga… Hoy y siempre
El valor de lo propio: El anuncio del periódico
Un comerciante se encontró con un amigo escritor y le dijo: “Necesito vender mi propiedad, que tú tan bien conoces, ¿no te importaría redactarme un anuncio para ponerlo en el periódico?”
Y el amigo escribió: “Se vende encantadora propiedad, donde cantan los pájaros al amanecer en las extensas arboledas, rodeado por las cristalinas aguas de un lindo riachuelo. La casa, bañada por el sol naciente, ofrece la sombra tranquila de las tardes en la varanda.”
Algunos meses después, volvieron a encontrarse y el escritor le preguntó al comerciante si ya había vendido su tierra:
– No pensé más en eso – dijo el hombre – ¡Después de que leí el aviso que usted me escribió, me dí cuenta de la maravilla que tenía!