Los valores, la generosidad y otras reflexiones

Publicado: 05/11/2006 - Actualizado: 13/08/2019

En este artículo quiero hablarte de los valores. Empezaremos por 24 cuestiones o preguntas para entenderlos mejor.

Los valores: 24 cuestiones para clarificarlos

•  El día más bello? Hoy
•  El obstáculo más grande? El miedo.
•  La cosa más fácil? Equivocarse.
•  El error mayor? Abandonarse.
•  La raíz de todos los males? El egoísmo.
•  La distracción más bella? El trabajo.
•  La peor derrota? El desaliento.
•  Los mejores profesores? Los niños.
•  La primera necesidad? Comunicarse.
•  Lo que más hace feliz? Ser útil a los demás.
•  El misterio más grande? La muerte.
•  El peor defecto? El mal humor.
•  La persona más peligrosa? La mentirosa.
•  El sentimiento más ruin? El rencor.
•  El regalo más bello? El perdón.
•  Lo más imprescindible? El hogar.
•  La ruta más rápida? El camino correcto.
•  La sensación más grata? La paz interior.
•  El resguardo más eficaz? La sonrisa.
•  El mejor remedio? El optimismo.
•  La mayor satisfacción? El deber cumplido.
•  La fuerza más potente? La fe.
•  Las personas más necesarias? Los padres.
•  La cosa más bella de todas? El amor.

La generosidad: Para el otro, lo mejor

Era un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido. Todo el que pasaba se quedaba prendado de la belleza de su cabello negro, largo como hebras brillantes salidas de su rueca. Él iba cada día al mercado con algunas frutas. A la sombra de un árbol, se sentaba a esperar, sujetando entre los dientes su pipa vacía. No llegaba el dinero para comprar un pellizco de tabaco.

Se acercaba el día del aniversario de la boda y ella no cesaba de preguntarse qué podría regalar a su marido. Y, además, ¿con qué dinero? Una idea cruzó su mente. Sintió un escalofrío al pensarlo, pero, al decidirse, todo su cuerpo se estremeció de gozo; vendería su pelo para comprarle tabaco.

Ya imaginaba a su hombre en la plaza, sentado ante sus frutas, dando largas bocanadas a su pipa: aromas de incienso y de jazmín darían al dueño del puestecillo la solemnidad y prestigio de un verdadero comerciante.

Sólo obtuvo por su pelo unas cuantas monedas, pero eligió con cuidado el más fino estuche de tabaco. El perfume de hojas arrugadas compensaba largamente el sacrificio de su pelo.

Al llegar la tarde, regresó el marido. Venía cantando por el camino. Traía en su mano un pequeño envoltorio: eran unos peines para su mujer, que acababa de comprar tras vender su vieja pipa… Abrazados, rieron hasta el amanecer.

El pensamiento positivo: La fábula del aguilucho

Érase una vez un granjero que, mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho malherido. Se lo llevó a su casa, lo curó y lo puso en su corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a comportarse como éstos.

Un día, un naturalista que pasaba por allí le preguntó al granjero:
– ¿Por qué este águila, el rey de todas las aves y pájaros, permanece encerrado en el corral con los pollos?
El granjero contestó:
– Me lo encontré malherido en el bosque, y como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo, no ha aprendido a volar. Se comporta como los pollos y, por tanto, ya no es un águila.
El naturalista dijo:
– El tuyo me parece un bello gesto, haberle recogido y haberle curado y cuidado. Además, le has dado la oportunidad de sobrevivir y le has proporcionado la compañía y el calor de los pollos de tu corral. Sin embargo, tiene corazón de águila y con toda seguridad, se le puede enseñar a volar. ¿Qué te parece si le ponemos en situación de hacerlo?
– No entiendo lo que me dices. Si hubiera querido volar, lo hubiese hecho. Yo no se lo he impedido.
– Es verdad, tú no se lo has impedido, pero como tú muy bien decías antes, como le enseñaste a comportarse como los pollos, por eso no vuela. ¿Y si le enseñáramos a volar como las águilas?
– ¿Por qué insistes tanto? Mira, se comporta como los pollos y ya no es un águila, qué le vamos a hacer. Hay cosas que no se pueden cambiar.
– Es verdad que en estos últimos meses se está comportando como los pollos. Pero tengo la impresión de que te fijas demasiado en sus dificultades para volar. ¿Qué te parece si nos fijamos ahora en su corazón de águila y en sus posibilidades de volar?
– Tengo mis dudas, porque ¿qué es lo que cambia si en lugar de pensar en las dificultades pensamos en las posibilidades?
– Me parece una buena pregunta la que me haces. Si pensamos en las dificultades, es más probable que nos conformemos con su comportamiento actual. Pero ¿no crees que si pensamos en las posibilidades de volar esto nos invita a darle oportunidades y a probar si esas posibilidades se hacen efectivas?
– Es posible.
– ¿Qué te parece si probamos?
– Probemos. Animado, el naturalista al día siguiente sacó al aguilucho del corral, lo cogió suavemente en brazos y lo llevó hasta una loma cercana. Le dijo:
– Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre tus alas y vuela. Puedes hacerlo.
Estas palabras persuasivas no convencieron al aguilucho. Estaba confuso y al ver desde la loma a los pollos comiendo, se fue dando saltos a reunirse con ellos. Creyó que había perdido su capacidad de volar y tuvo miedo.
Sin desanimarse, al día siguiente el naturalista llevó al aguilucho al tejado de la granja y le animó diciendo:
– Eres un águila. Abre las alas y vuela. Puedes hacerlo.
El aguilucho tuvo miedo de nuevo de sí mismo y de todo lo que le rodeaba. Nunca lo había contemplado desde aquella altura. Temblando, miró al naturalista y saltó una vez más hacia el corral.
Muy temprano al día siguiente, el naturalista llevó al aguilucho a una elevada montaña. Una vez allí le animó diciendo:
– Eres un águila, abre las alas y vuela.
El aguilucho miró fijamente los ojos del naturalista. Éste, impresionado por aquella mirada, le dijo en voz baja y suavemente:
– No me sorprende que tengas miedo. Es normal que lo tengas. Pero ya verás como vale la pena intentarlo. Podrás recorrer distancias enormes, jugar con el viento y conocer otros corazones de águila. Además estos días pasados, cuando saltabas pudiste comprobar qué fuerza tienen tus alas.
El aguilucho miró alrededor, abajo hacia el corral, y arriba hacia el cielo. Entonces, el naturalista lo levantó hacia el sol y lo acarició suavemente. El aguilucho abrió lentamente las alas y finalmente con un grito triunfante, voló alejándose en el cielo. Había recuperado por fin sus posibilidades.

El riesgo: Las alas son para volar

Cuando se hizo mayor, su padre le dijo: “Hijo mío, no todos nacemos con alas. Si bien es cierto que no tienes obligación de volar, creo que sería una pena que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado”.
–  Pero yo no sé volar – contestó el hijo.
– Es verdad… – dijo el padre. Y, caminando, lo llevó hasta el borde del abismo de la montaña – ¿Ves, hijo? Éste es el vacío. Cuando quieras volar vas a venir aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo y, extendiendo las alas, volarás.
El hijo dudó.
-¿Y si me caigo?
– Aunque te caigas, no morirás. Sólo te harás algunos rasguños que te harán más fuerte para el siguiente intento – contesto el padre.
El hijo volvió al pueblo a ver a sus amigos, a sus compañeros, aquellos con los que había caminado toda su vida.
Los más estrechos de mente le dijeron: “¿Estás loco? ¿Para qué? Tu padre está medio loco… ¿Para qué necesitas volar? ¿Por qué no te dejas de tonterías? ¿Quién necesita volar?”.
Los mejores amigos le aconsejaron: “¿Y si fuera cierto? ¿No será peligroso? ¿Por qué no empiezas despacio? Prueba a tirarte desde una escalera o desde la copa de un árbol. Pero… ¿desde la cima?”.
El joven escuchó el consejo de quienes le querían. Subió a la copa de un árbol y, llenándose de coraje, saltó. Desplegó las alas, las agitó en el aire con todas sus fuerzas, pero desgraciadamente se precipitó a la tierra.
Con un gran chichón en la frente, se cruzó con su padre.
– ¡Me mentiste! No puedo volar. Lo he probado y ¡mira el golpe que me he dado! No soy como tú. Mis alas son de adorno.
– Hijo mío – dijo el padre-. Para volar, hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como tirarse en paracaídas: necesitas cierta altura antes de saltar.

Para volar hay que empezar asumiendo riesgos. Si no quieres, lo mejor quizá sea resignarse y seguir caminando para siempre.

Acerca del autor
  • K. Laura Garcés G

    Escritora, terapeuta y conferenciante. Es una amante de la medicina natural y del poder de la mente y las emociones en el cuerpo y la vida.  Además, ha estudiado nutrición y desarrollado dietas apropiadas para apoyar este proceso de curación.Ha escrito más de 1500 artículos en revistas de España y México, ganadora de dos concursos literarios. Linkedin

     

10 Responder a “Los valores, la generosidad y otras reflexiones”
  • paola dice:

    esto m a dejado una gran enseñansa sobre los valores y la generosidad

  • XoOolY dice:

    La GeneRoSIdad paRA l oTRo mExOr M rEnCAntO Q cUtE!!!!
    tan LiNdo(=)q BuEniziMo T amOw 3B3R

  • diana dice:

    este es la fabula del aguilucho ES MUY BUENA ME GUSTO MUCHO LEANLA XQ YO YA LA LEÍ MAS DE 100 VECES JAJAJAJA

  • zitlali dice:

    OLLE NO TIENES DE LA IGUALDAD??????????????????’ PLIS SUBE UNO POR FAVOR( A POR CIERTO, MUY BUENAS FABULAS)

  • MELANIE dice:

    MUXAS GRACIAS LAS REFLEXIONES SON MUY LINDAS Y ADE++MAS M AYUDO CON MI TAREA :@ 😛 😉 THANK YOU

  • dania dice:

    LAS REFLESIONES SON MUY BUENAS Y ME AYUDO MUY BIEN CON MI TAREA GRASIAS………………..BAY

  • Ophir Galilea dice:

    wow ! muy buenas reflexiones me encanto la 1º hehe me
    ayudo mucho con mi tarea si q si grax x suvirlas bueno
    nos vemos =D

  • AMAIRANY dice:

    LAS REFLEXIONES SON LA MEJOR FORMA DE CAMBIAR LA VIDA

  • sally dice:

    Muy bueno el artículo sobre los valores y podrr compartir con los hijos las sabias enseñanzas que tienen cada una de ellas, y reflexionen sobre la vida como la llevan. iNCULCANDOLES EL RESPETO Y EL AMOR AL PROJOMO.

  • Sally dice:

    Siempre los debemos tener presentes para ser mejores ciudadanos, padres, amigos e hijos. Es necesario que veamos la vida con optimismo y fortaleza para salir adelante y enseñar a los hijos a enfrentar los retos que la vida nos presenta. Gracias por compartir esta lectura.