Meditación activa para la prosperidad: la magia de la palabra
Nuestra palabra, desde la perspectiva de la metafísica, es creadora. Pero a decir verdad, lo que en verdad crea cuando hablamos no es la mera pronunciación, sino la conexión que logramos hacer con la emoción que la palabra quiere expresar. Varias palabras pueden salir de nuestra boca sin que las sintamos del todo, o podemos hacer que la palabra más insignificante cobre un sentido iluminado, profundo e incluso mágico si en verdad la sentimos y lo logramos transmitir.
La voz humana tiene cadencia, tono, timbre y silencio. Es musical. Cuando hablamos, cantamos, y el canto es una forma de meditar. Meditar, entre otras cosas, significa que uno se mantiene concentrado evocando imágenes que uno quiere realizar. Una meditación no sólo tiene lugar estando quietos y sentados, con los ojos cerrados y en un lugar especial. Una meditación se puede realizar también en el transcurso del día mientras hacemos nuestras labores, no se requiere ni música especial ni momento ideal, ni estar en silencio o guardar cierta compostura. Poner atención a nuestras palabras, por ejemplo, es una forma de meditar poderosa. Cuando hacemos consciencia de lo que decimos, y entendemos el gran poder que nuestras palabras tienen, entonces podemos en verdad empezar a transformar nuestra realidad a partir de una meditación constante que se puede hacer en la oficina, en la escuela, en una fiesta e incluso en medio de un mercado.
La prosperidad y la palabra
La prosperidad significa que algo, ya sea una situación, relación o condición, toma un curso favorable, que se dirige a hacia algo exitoso o grandioso. Nuestra palabra es pieza fundamental en este proceso. Si deseamos que algo en nuestra vida prospere, necesitamos sin duda empezar a educar nuestra palabra, hacer de ella un riel firme que dirija nuestra vida. Si observamos, durante el día pronunciamos muchas cosas innecesarias que no nos llevan a ninguna parte, usamos la palabra para llenar huecos, para “decir algo”, decimos cosas que no sentimos. Luego entonces, de esto se llena nuestra vida: de huecos, de cosas que no sentimos, de cosas innecesarias. La prosperidad inicia con una conciencia y dirección consciente de nuestra palabra tanto hablada como pensada.
Educar la palabra
Si nuestra voz es un poderoso instrumento musical, nuestra voluntad debe ser el músico que se debe educar para que nuestra palabra se convierta en un poder místico, y logre comunión profunda con la naturaleza, los árboles y las personas, los niños y las flores, los animales y los elementos, y con todas las cosas y situaciones que nos rodean. Pero antes de lograr tan poderoso objetivo, y hacer que nuestra palabra transmita verdadera fuerza creativa, esta debe lograr antes una comunión con nosotros mismos, esta debe ser algo que nos de en todo momento vigor y fuerza, debe estar conectada con nuestros mayores ideales, tocar nuestras fibras más intimas, debemos convertirla en la fuerza creadora de cada uno de nuestros días.
Comprometerse con el poder creador de la palabra significa, para empezar, que uno poco a poco se va permitiendo que de su boca o en su pensamiento tan sólo se originen aquellos que en verdad se desean manifestar en la realidad. La realidad esta hecha de ideas, de pensamientos e imaginación. De voz. Es el resultado de nuestro más hondo sonido interior.
Nuestra palabra es el decreto con el que se lanza el deseo. En el momento en que hablamos ya estamos incitando a que suceda eso que ha salido por nuestra boca. Podemos hacerlo crecer, o detener su proceso. Esto depende de que tanto nos enfoquemos en eso que hemos decretado. Es por eso la importancia de mantenerse alerta y muy consiente de todo eso que decimos y pensamos, si no somos consientes de nuestros sonidos, entonces veremos cosas crecer en nuestras vidas que nos hablaran de un desorden y una falta de consciencia.
¿Cómo dirigir la palabra conscientemente hacia la prosperidad?
Controlar la palabra es algo que es más fácil de decir que de hacer. Pero podemos empezar por algo muy sencillo: por podar de la fronda de nuestras palabras aquellas que sean innecesarias o que simplemente no nos lleven a cosas grandiosas. Esta es una labor difícil, sobre todo cuando estamos pillados por emociones de enfado u desesperación, pues habremos quizá notado como se resbalan por nuestra boca muchas palabras innecesarias y llenas de emociones que en el fondo no deseamos que sucedan. Es aquí por donde debemos de empezar, hacer un esfuerzo consiente por no permitir que ninguna palabra que vaya en contra de nuestros ideales, se salga de nuestra boca. Esto no significa, sin embargo, que uno tenga que aguantarse lo que siente y “tragarse” el sonido de sus palabras”, esto sólo provocará la contención de una energía sonora que tarde o temprano ha de salir, ya sea con más fuerza (la ira se agudiza) o por algún tipo de enfermedad.
Para que esto no suceda y podamos alzar nuestra palabra hacia nuestras mayores aspiraciones, es necesario ir refinando nuestro entendimiento. Habría que empezar por comprender que lo que decimos proviene principalmente de nuestro punto particular de vista, sobre todo, de la forma en como nos vemos nosotros mismos. Si nos sentimos rechazados, ignorados, grandiosos, felices, poca cosa o inteligentes, si sentimos que somos “malos” o “buenos”, nuestra palabra lo reflejará.
Es de vital importancia empezar a conectarnos con lo que sentimos respecto a nosotros mismos y empezar a transformar en donde se requiera la energía que no deseamos en la que realmente aspiramos realizar; la prosperidad de nuestra vida depende fundamentalmente de cómo nos hablamos y nos percibimos.
Hay que empezar a conectarnos con esas imágenes de nosotros mismos que nos evocan cosas grandiosas e inspiradoras. Los alquimistas del pensamiento saben de la importancia de conectar el pensamiento y la palabra con las emociones que se quieren crear. La fuerza de la palabra depende de la intencionalidad, y la música de la realidad debe empezar desde una aspiración profunda: debe sentirse con el alma lo que decimos y pensamos.
Pedir deseos es una acción de fe. Sin embargo, para qué estos lleguen a suceder, hay que enraizarlos bien en un pensamiento conscientemente dirigido, y mantenerse constantemente enfocado en la emoción que si se desea sentir. Espera lo grandioso y lo mejor, siente que ya lo tienes y que ya esta en tu vida. Y sólo esto tendrá lugar en tu vida.