Mi hermano es el consentido
¿Alguna vez has sentido que no eres el favorito o favorita de tus padres? ¿Sientes que a él o a ella le dan más atención, cariño, cuidados, tiempo y consideración?
No ser el hijo consentido parece que afecta a más personas de las que creemos. Sentirse desplazado o rezagado, o no tomado en cuenta, es una apreciación o una forma de verse a uno mismo que puede llegar a influir de formas no muy positivas en la vida de una persona y colarse hasta su vida adulta, influyendo su forma de relacionarse con la vida y todos sus asuntos. Cuando de pequeños sentimos que “no soy el consentido”, se puede caer constantemente en una actitud muy competitiva, se buscara constantemente “vencer al oponente”, sobresalir y brillar como sea, aunque sea a codazos, en muchos casos el carácter se acomoda con actitudes quizá muy serviciales e incluso hipócritas con tal de ganarse el “mejor puesto”, y todo esto puede causar a la larga mucha frustración, inseguridad y, a final de cuentas, soledad.
Por eso, es muy importante sanar ese pequeño niño que llevamos dentro y que muchas veces, mientras crecía, se sintió negado a ocupar un papel importante en la vida de sus padres, que para él representaban su mayor fuente de amor, seguridad y aceptación.
¿Por qué no soy el favorito?
Esta es una de las preguntas silenciosas de muchos niños, jóvenes e incluso adultos que han padecido o padecen esta situación. En realidad, no es que exista algo de malo en el hijo no favorito, pero si se deben tomar ciertas consideraciones al respecto si queremos dejar pasar este sentimiento de no haber sido amados los suficiente.
Una de las cosas que puedes empezar a considerar es que, en la mayoría de los casos, todos los padres se sienten de alguna u otra forma más afín a un determinado hijo. Esto, para muchos padres, es difícil de reconocer, porque piensan que si admiten que se sienten más atraídos por uno de sus hijos, el otro lo resentirá. No cabe duda que hay niños más seductores que otros, sin embargo, si tus papás esconden este sentimiento porque no saben que hacer o como contestar de forma apropiada, entonces quizá tu recibiste un doble mensaje: “Mis padres (o mi papá o mamá) dicen que me quieren igual que a mi hermano, pero yo veo y siento otra cosa.” Este doble mensaje pudo haber causado mucha frustración en ti, frustración e ira que se pudieron haber convertido con el tiempo en una actitud agresiva, demandante, dominante y al mismo tiempo servicial o manipulador, quizá con una fuerte insistencia de “gustarle a los demás”, con tal de ser aceptado y querido.
Pedir o exigir a los padres que nos den y nos traten de acuerdo a nuestras necesidades afectivas es algo que un niño sabe hacer muy bien y muy a menudo, cuando grita y llora, cuando quiere llamar la atención con actitudes “estelares”, ya sea haciendo travesuras o diciendo cosas que llamen la atención, incluso los “accidentes” o enfermedades muchas veces suceden con el objetivo secreto de atraer al padre.
Sin embargo, para muchos niños y jóvenes, esta tarea de solicitud de amor puede resultar inútil y muy agotadora, muchas veces, parece que por más que hacemos y decimos, no nos escuchan ni toman en cuenta. Y esta indiferencia agota la felicidad y paz del pequeño.
Así que otro paso para empezar a sanar este niño interior es, además de comprender que los padres siempre hacen lo mejor que pueden, y que a final de cuentas ellos no pueden dar “más amor” porque quizá no saben cómo llegar a ti, empezar a ser nuestra propia fuente de amor, respeto y aceptación. ¿Cómo? Tratando de acercarnos a eso que somos, empezar por armar una relación cada vez más estrecha y profunda con nuestro corazón.
El corazón sabe decirnos con mucha sencillez cuando esta triste o no se siente amado ni querido, y también nos dice cuando se siente agredido, poco respetado o ignorado. Así que, en lugar de salir a demandarlo o exigirlo allá afuera, podríamos optar por escucharlo, y luego, tratar de enfocar nuestra palabra, pensamiento y acción hacia aquellas cosas que nos hagan sentir dignos, amados y respetados.
Para esto se requiere mucha autobservación, empezar a detectar la forma en como nos hablamos, cómo nos referimos a nosotros mismos, cómo nos vemos resolviendo la vida, cómo nos sentimos cuando decimos y hacemos determinadas cosas. Hay que insistir en esto cada día, de manera que poco a poco vayamos conociéndonos más, y vayamos acercándonos a nosotros mismos, recuperando la confianza y el amor de ese niño interior olvidado. No te preocupes si no sabes como hacerlo al principio, si tienes intención, poco a poco lo lograras.
Es de gran ayuda, además, empezar a dejar de criticarse uno mismo, pues la critica es lo que más daña al pequeño niño, y esta, además, es una actitud aprendida de los seres con quienes creciste. Procura hablarte con mucho respeto y cariño, tente paciencia y aplaude tus errores, que de ellos se pueden aprender cosas muy valiosas. Y si te sorprendes juzgando lo que haces o has hecho en tu vida, deja de creer que "ha algo de malo" den ti.
Recuerda que alguien (un padre muy Divino) te ha dado el mejor regalo de todos, que es la vida, y la vida te la dio para que la disfrutaras, la vivieras y crecieras, y además, te dio ciertas cualidades únicas que a nadie más dio, para que cuando las encontraras, las pudieras compartir con los demás. Debes intentar acercarte a lo que eres y descubrir la riqueza de tu corazón, y dejar pasar todo aquello que te hizo sentir menos o indigno de amor, pues mientras lo mantengas en tu mente no podrás crecer ni disfrutar nuevas alturas de la vida. Quizá una de las cosas que tenias que aprender de esa experiencia es a amarte como eres, a ser tú el principal valor en tu corazón.
Así que busca hacerte feliz cada día, se tu mejor amigo y tu mejor padre, hazlo hasta que te conviertas en “tu consentido”, en la persona favorita de tu vida. Cuando logres esto, quizá puedas una tarde ir con tus padres y darles en abundancia lo que ellos no te pudieron o han podido dar.