Sana el Mundo
En inglés, Heal the world. Si esta breve frase les suena conocida al titulo de una canción, están en lo correcto. Michael Jackson, en 1991, puso en la luz de su inconfundible voz, una de sus más bella y conmovedoras canciones, la cual lleva el titulo de este artículo.
Quien sabe si mis letras alcancen el ritmo, la sensibilidad y la música con las que este brillante ser humano puso (y pone) a vibrar desde el corazón hasta los pies a millones de seres humanos, pero quisiera al menos no dejar pasar el momento de intentar poner a bailar en letras las felices e inspiradas lágrimas con las que más de unos ojos intentan decir adiós a un gran artista, un genio del baile que, entre todas esas cosas que puso a danzar en la historia de su vida, intentó alguna vez transmitir el inmenso valor de cuidar el mundo, y de no olvidar a aquellos que sufren en la lejanía de nuestra realidad inmediata, sugiriendo que dejásemos por un momento el egoísmo con el que vemos y juzgamos nuestra vida y la vida misma, y escucharamos el bellísimo y profundo mensaje del corazón, al cual uno puede asomarse por un breve orificio llamado amor, y descubrir a partir de sus ojos como hay un espacio más brillante que ningún mañana…There is a place in your heart, and I know that it is love, and this place it is much brighter than tomorrow…, que si uno en verdad lo intenta, se dará cuenta de que en realidad no hay necesidad de llorar, en ese lugar llamado amor no hay sufrimiento ni dolor, y siempre hay una forma de llegar ahí, si en verdad uno se preocupa por la vida. (there are ways to ger there, if you care enough for the living…)
Haz un espacio pequeñito… Make a little space…
Construye un mejor mundo.…Make a better place.
Sin negar el valor de la trascendencia, creo que el gran valor de la vida es en si la vida misma. A veces yo suelo decir que uno tiene que tener una vida feliz, pero luego entonces me doy cuenta que mi mensaje no se comprende del todo, y que puede incluso hasta ser peligroso, porque el concepto de felicidad esta mal acogido, muchas veces acogido con ingenuidad. La felicidad es, a mi parecer, la vida en si misma, vivir es la fortuna mayor porque nos da la libertad y la posibilidad de probar emociones, descubrirnos y experimentar los alcances del corazón, la sorpesa puede estar en cualquier rincón inesperado y aparecer en el momento menos pensado, y a pesar de cualquier circunstancia que podamos padecer o vivir, siempre prevalece la ilusión, si queremos ahí esta, si lo queremos todo está, y si todo esta no necesitamos más que dar, dejar que el corazón se desparrame e invente, que se inunde y se mueva a como le plazca, y se exprese en una de sus infinitas formas, ya sea en una melodía, en una canción, o en un baile entregado y lleno de pasión.
El hombre es lo que sueña y ama, juzgar la vida es exentarse de su goce, juzgar a otro ser humano por lo que hace o no hace no nos permite alcanzar a ver la belleza con la que juega su corazón, juzgar, por otro lado, nos limita a nosotros mismos el permiso de jugar con los antojos espontáneos de nuestro corazón, jugar asi como lo hacen los niños, y explorar e inventar el mundo, un mundo que es como un espacio infinito en donde parece haber algo demasiado grande, tan inmenso como para permitir cualquier expresión creativa, decir que algo “es malo” es lo mismo que decir que la naturaleza tiene “algo de malo”.
Evitar convertirse en el juez de los demás es un paso para empezar a encontrar el verdadero sentido iluminado de la vida, sólo así, sensibilizándonos ante todo lo que ocurre en el mundo con ojos puros, podremos comenzar no sólo a disfrutar lo que la vida en si es y lo que cada ser humano no spuede compartir por más minúsculo que sea, sino que empezaremos a extender una mano a quien nos la pide, empezaremos a escuchar más claro lo que nos dice el mundo, y en verdad cuidar la calidad de la vida de todo lo que nos rodea, pero sobre todo, podremso comenzar inspirarnos por ese niño interior que todos llevamos dentro, amante del juego, de la exploración y la curiosidad.
Aún estamos a tiempo de no pemritir que el mundo se vuelva de cartón y una tierra sedienta de vida, aún podemos empezar a dejar de ver “lo malo”, dejar de dividir al mundo en blanco y negro, y empezar mejor a admirar lo que un ser humano es capaz de lograr expresar en su vida. Sanar nuestro corazón para sanar el mundo: sólo aprendiendo a sentir lo que es la vida, la cuidaremos.
¿Por qué dejar que el planeta se pierda de lo herrmoso de un corazón inquieto? Si el planeta lo que más desea es la delicada melodía del corazón, cargar los mágicos pies de una ilusión que uno ha de mantener siempre despierta y viva.