Técnicas de empleo de las Plantas Medicinales

Publicado: 02/11/2005 - Actualizado: 09/08/2019

"Saber distinguir pero, sobre todo, saber cómo utilizar las diferentes plantas es importante a la hora de elegir la que más nos conviene".

Se puede emplear una única planta o varias, según el uso que vayamos a darle. Para saber cuál necesitamos y cómo mezclarlas (o no), tenemos que conocer algo sobre ellas.

Para la combinación de hierbas existen determinadas reglas. El conocimiento de estas mezclas permite que la cura o el alivio de las diversas dolencias no perjudique a otra parte del organismo. Por eso, es preferible acudir al consejo de nuestro herbolario de confianza.

Las mezclas suelen incluir en su fórmula una hierba base, específica para la dolencia que se vaya a tratar, y otras que contribuyen a lograr los efectos buscados y, en algunos casos, permiten corregir el sabor amargo o desagradable de ciertas plantas medicinales.

De acuerdo con la finalidad que se persiga con el empleo de la fitoterapia, es importante diferenciar los diversos modos de preparación y aplicación tanto interna como externa.

Uso interno de las plantas medicinales

Decocción o tisana: Se emplea, sobre todo, con aquellas plantas que no desprenden fácilmente sus principios activos. Se echa un puñado de hierba, seca o fresca, en un recipiente y, aproximadamente, una taza de agua. Se lleva a ebullición durante el tiempo indicado en cada caso y a fuego moderado. Se filtra y se puede endulzar con miel o azúcar moreno. Conviene preparar la decocción en el día -es preferible emplear recipientes esmaltados-, y debe conservarse en lugar fresco. La dosis habitual es de una cucharadita de café por cada vaso de agua.

Infusión: Es, sin duda, la forma más empleada y sencilla de preparar una hierba medicinal. Se vierte agua en ebullición sobre la hierba colocada en un recipiente adecuado -porcelana, barro cocido o vidrio-, se tapa y se deja reposar entre 5 y 10 minutos para que el agua absorba los principios medicamentosos. Se filtra y se puede endulzar con miel o azúcar moreno. Puede conservarse alrededor de 12 horas. En verano, es conveniente guardarla en la nevera. En caso de calentarla, hay que evitar que hierva.

Jarabe: Es una infusión o decocción concentrada, a la que se añade un 50% de miel -que suma sus propiedades pectorales y tonificantes a las de la hierba- o azúcar moreno. Debe calentarse la mezcla a fuego lento para facilitar la disolución de los azúcares y remover, evitando la ebullición. Son aconsejables para los niños y las personas de paladar delicado, porque su alta concentración de azúcares esconde el mal sabor de algunas hierbas.

Jugos o zumos: Se preparan con la planta fresca, machacándola en un mortero -puede emplearse licuadora eléctrica- y filtrándola. Contienen todos los principios activos, especialmente las vitaminas, sin degradar.

Deben tomarse en pequeñas dosis, porque pueden resultar algo fuertes; pueden rebajarse con agua.

Maceración: Adecuada para plantas cuyas esencias sean sensibles al calor o contengan gran cantidad de aceites volátiles. Consiste en sumergir un puñado de la planta -raíz, tallo, fruto en agua, alrededor de unas 12 horas. Se calienta luego ligeramente y se cuela. Mediante este proceso se extraen todos los principios activos de una hierba a temperatura ambiente. Como disolvente puede emplearse agua, alcohol, aceite, vinagre o vino.

Uso externo de las plantas medicinales

Baños: Consiste en la inmersión parcial o total del cuerpo en agua, a a que se añaden preparados de plantas medicinales -infusión o decoc¬ción concentradas – o esencias. Se usan como relajantes, sedantes, esti¬mulantes, tónicos, emolientes... y se toman media hora antes o 3 horas después de las comidas. La dosis habitual es de dos cucharadas soperas por cada dos litros de agua.

De asiento: Se vierten en un barreño grande, con el agua necesaria para cubrir el bajo vientre, uno o dos litros de líquido. Las piernas y la parte superior del cuerpo deben quedar fuera del agua. Suelen tomarse fríos o tibios cuando se busca un efecto tonificante; en cambio, en los espasmos abdominales y fisuras anales -no hemorroides- deben ser calientes. Su duración debe ser inferior a los 3 minutos si son fríos, pudiendo llegar hasta los 10 si el agua es tibia o caliente. Se aconseja tomar de uno a tres diarios, renovando el agua en cada ocasión.

Maniluvios: Los baños de manos, aconsejables para mejorar la circulación sanguínea en las extremidades superiores, deben tomarse tibios o algo calientes, y se realizan vertiendo un litro de líquido en el agua suficiente para cubrir las manos. Sumergirlas durante 5 ó 10 minutos varias veces al día.

Pediluvios: Los baños de pies se toman también calientes y son útiles para aliviar el dolor de cabeza y mejorar la circulación en las piernas; combaten además el sudor y los sabañones. Se realizan vertiendo un litro del líquido en el agua suficiente para cubrir los pies. Sumergirlos durante 5 ó 10 minutos varias veces al día.

Cataplasmas: Indicadas para dolores e inflamaciones, abscesos, reumatismo, gota, cólicos, dolores nerviosos, catarros y problemas respiratorios. Se tritura la planta y se le añade agua o infusión de la misma hierba. Esto se mezcla con harina de semillas, salvado o arcilla, que suelen ser la base de la cataplasma. Se calienta el preparado, sin que hierva, hasta que espese, y se envuelve en un paño. Se aplica en la zona a tratar, evitando la temperatura excesiva para no provocar quemaduras, y se cubre con algo de lana que mantenga el calor. Se retira cuando se haya enfriado. Si la zona a tratar está inflamada, la cataplasma deberá aplicarse en frío.

Colirios: Se emplean para tratar las afecciones de los ojos o los párpados. Se recomienda emplear infusiones con agua hervida previamente, al menos 5 minutos, o con decocciones, para aumentar su esterilidad. Deben ser poco concentrados, de lo contrario resultarían irritantes, aplicarse a temperatura ambiente y colarse muy bien.

Compresas: Utilizadas en contusiones y derrames, ofrecen las mismas ventajas que los ungüentos, a las que añaden, por lo general, el efecto curativo del calor, aunque también pueden aplicarse tibias o frías. Para prepararlas se impregna un trozo de gasa o franela en el preparado líquido -infusión, decocción o jugo-, se escurre y se coloca sobre la zona de piel afectada, entre 5 y 10 minutos, según la planta. Es conveniente aplicarlas varias veces al día. Algunas hierbas pueden teñir la piel, cuyo color normal se recupera al friccionarla con zumo de limón.

Enemas: Llamados también lavativas, consisten en introducir a través del ano, en el intestino grueso, el líquido de una infusión o decocción poco concentrada y a temperatura corporal. Para ello se emplea un irrigador de goma. Su administración exige tomar algunas precauciones: emplear aceite o vaselina para introducir la punta del irrigador; no elevar demasiado el recipiente que contiene el líquido para evitar que entre a una presión excesiva; no pueden aplicarse más de tres diarios y en ningún caso después de las comidas; conviene colocar al paciente sobre su lado derecho y con las piernas encogidas. Resultan suficientes de 300 a 500 mi para los adultos y entre 100 y 200 mi para los niños. La dosis habitual es de una cucharada sopera por cada litro de agua. El líquido debe retenerse de 5 a 10 minutos. No deben administrarse en caso de hemorragia o inflamación intestinal, de matriz o recto, así como tampoco en caso de apendicitis.

Enjuagues bucales: Se trata de mover dentro de la boca un sorbo de infusión o decocción, que no debe ser ingerida, durante un minuto, de 5 a 10 veces al día.

Fomentos: Se preparan con uno o dos litros de infusión o decocción concentrada, o añadiendo a esa cantidad de agua de 5 a 10 gotas de esencia. En el líquido, a la máxima temperatura que se pueda resistir, se sumerge un paño o toalla de algodón. Se escurre y se aplica como las compresas, pero con un paño seco por debajo para proteger la piel y cubriéndolo con una manta para conservar el calor. Cuando el paño húmedo empieza a enfriarse debe volverse a empapar en líquido caliente. Tras 15 ó 20 minutos, concluir con una fricción de agua fría sobre la zona afectada. Indicados en caso de artritis, congestión pulmonar, dolor de riñones o hígado y lumbago.

Gargarismos: Se pone en la boca, sin tragar, un sorbo de infusión ligera y tibia. Con la cabeza hacia atrás y el líquido en la garganta, se intenta pronunciar la letra a durante un minuto aproximadamente. Se escupe el líquido y se repite el proceso entre 5 y 10 veces. La dosis habitual es de una cucharadita de café por cada vaso de agua; se hierve durante un minuto.

Extraido del Libro La salud planta por planta. Herbacedario práctico

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