Tu Verdadera Belleza
Durante toda la vida la mayoría de los hombres y las mujeres buscan la belleza, a la cual se le ha dado un sitio irremplazable en la mayoría de los tiempos y sociedades de todas las culturas: la hermosura es la brújula de los artistas, la musa de los estetas, la inspiración de los poetas y la competencia de muchas mujeres y hombres en los gimnasios y en las salas de belleza.
Pero… ¿Qué es realmente la belleza?
¿Qué es lo que realmente estamos buscando cuando buscamos la belleza?
Para los griegos, la belleza era sinónimo de perfección, la cual hablaba de proporción y equilibrio. Los griegos hablaban de una proporción especial para determinar si algo era bello o no. Para Aristóteles, por otro lado, la belleza no estaba relacionada con lo que es agradable a los sentidos (por ejemplo, a la vista o el tacto), porque esta belleza solo se podía contemplar, mas no desear. Uno puede contemplar, por ejemplo, un objeto con proporciones bellas, como un jarrón, un rostro o un cuerpo, pero no sentir ninguna atracción o deseo por este objeto. Aristóteles decía que la belleza tenía que ver más bien con lo que es “bueno”, y lo bueno implicaba movimiento, no solamente algo estático. Esto se puede entender como que la belleza tiene más que ver con eso que le imprime al objeto un movimiento determinado o, a título personal, un movimiento único o genuino.
Pero no tratamos de hacer un tratado de belleza, sino de que observemos y pongamos atención qué es lo que realmente buscamos cuando buscamos nuestra belleza, sobre todo en estos tiempos donde todo nos habla de belleza y perfección.
Hay muchas mujeres y hombres de todas las edades que se empeñan por ser o por no perder su belleza, y gastan mucho tiempo ocupados en crearse o no perder su hermosura. En estos momentos, podemos entender que la belleza está asociada a ciertos sinónimos: juventud, un cuerpo con ciertas proporciones o simetría, un cabello y una piel perfecta, quizá un color de ojos o cabello especial, cierta altura, rasgos físicos con cierto equilibrio, etc. Cuando una persona no cumple con estas reglas, entonces puede considerarse como fea.
Si bien se habla de la belleza física, por otro lado existe también la belleza interior, la cual hablaría de alguna forma de ese otro aspecto atractivo que no se ve en apariencia pero que de alguna forma atrae o seduce a los demás. Aristóteles lo define como un aspecto “bueno” en la persona, y “bueno”, para él, era lo que tiene movimiento, un movimiento determinado o único.
Si hablamos de una persona bella interiormente, podríamos definir ciertos aspectos como: equilibrada, segura de si misma, creativa, honesta, consciente, sensible, etc. En pocas palabras, podríamos decir que una persona bella interiormente es aquella que sabe conectarse con ella misma y con los demás de una forma sensible y carismática.
Belleza física y belleza interior
Si bien la belleza física podría ser como la portada bien diseñada de un libro, bien es sabido que un libro no debe juzgarse por la portada. Si al abrir un libro notamos que este no dice nada interesante, que repite las cosas de siempre, que es tonto o con poca sustancia, entonces no importa cuan bien diseñada este su fachada, lo dejaremos pronto. Nadie compraría o recomendaría un libro que es tonto, repetitivo, pretencioso o sin mucho sentido.
Por lo mismo, bien se ha dicho que la hermosura de una persona no debiese ser juzgada por la apariencia exterior, es decir, por su cabello, color de ojos, estatura, cuerpo, etc. La verdadera belleza no tiene que ver realmente con el físico sino con el contenido, es decir, con lo que nos hace sentir, descubrir, entender o inspirar cada persona. Digamos que las personas son como un libro desconocido al cual, al ir pasando sus hojas o conociendo, nos damos cuenta si es en verdad “que vale” o que disfrutamos en compañía. Lo bello se disfruta, es algo que queremos cerca, que nos mueve hacia las delicias o verdades (sencillez) de la vida.
La mayor parte de las mujeres y hombres basan su belleza en los comentarios y estereotipos, y hacen todo lo posible para agradar a sus parejas y a todos los demás. Y aunque la belleza física seria una linda envoltura de lo que somos, no deja de ser solo eso, una envoltura. Quizá atraigamos a muchos con nuestro cuerpo escultural o reluciente cabellera, pero nunca nos sentiremos enteramente satisfechos si sólo basamos nuestra belleza en función de la aceptación ajena o nuestro aspecto físico. De esta forma, siempre nos sentiremos intimidados ante lo que digan o piensen los demás pues ese lugar privilegiado que consideramos la belleza física necesita demasiados detalles para cumplirse, y cuando no lo hace o no está en nuestras manos cambiar algo, entonces nos sentiremos inferiores o juzgados.
Si bien cuidar nuestro cuerpo con amor, vestirlo con alegría, alimentarlo con consciencia y ejercitarlo con buen ánimo debe ser parte de nuestra rutina diaria, debemos evitar que nuestro aspecto físico distraiga lo hermoso que hay dentro de nosotros, el exagerado cuidado a nuestra apariencia no debe restar tiempo para cultivar nuestro talentos interiores, como el aprecio a lo que somos, nuestra originalidad, el conocernos mejor, el entendernos y aprender a ser extraordinarios confiando en las grandezas que hay dentro de nosotros,.
Recordemos algo
Ninguna persona puede hacernos sentir bellos si nosotros no nos sentimos realmente así.
Nadie puede darnos admiración ni aprecio si no aprendemos nosotros a cultivarlo primero. No les creeremos si no lo vemos en nostros. Sentiremos que hay algo “malo” dentro de nosotros. El comentario a nuestra belleza será pasajero.
La verdadera belleza es invisible. ¿Cómo hacer para que todos la noten y nunca la olviden? No es cuestión de cómo me veo. Lo que se ve, la fachada, es siempre pasajera, y se ira, se transformara. Por eso algunos viejos, que han perdido la anhelada belleza física, se vuelven hacia dentro de si mismos, y se hacen sabios. Tenemos que ir mas a fondo, descubrir nuestra genialidad y aprendernos a mover de acuerdo a lo que verdaderamente somos, hacer lo que nos hace y no lo que nos complace, nadie espera que seamos una copia o una repetición de algo, lo repetido siempre es artificial, plástico, falso, aburrido y poco interesante, es barato, no tiene escencia ni aroma propio. Lo original o natural es siempre lo más hermoso. Ninguna flor se preocupa por ser bella. La belleza verdadera es lo que tu eres, y si no lo sabes, quiza haya que empezar por descubrirlo.