Un deseo, un anhelo, un milagro
Es tradición en muchas culturas del mundo pedir deseos en esta época. Pero aunque no sea esta época, a cada momento del año siempre está la ocasión para poder cerrar los ojos y soñar, planear, fantasear… Más ¿cuantas de estás cosas llegan realmente a manifestarse? ¿Por qué hay quienes tienen el poder de crear más rápidamente que otros?
Ya sea que pidamos salud, una casa, un nuevo empleo. Amor. Cada cosa que pedimos es, dentro de nuestras posibilidades, posible. Cada sueño y anhelo es solo una forma que el universo nos antoja a que nos movamos, a que enfoquemos toda nuestra energía y vayamos encontrando la forma de movernos hacía aquello que nos emociona. ¿Y para que nos antoja?, para que conozcamos cualidades, habilidades y poderes en nuestro interior que están esperando ser despertados, están esperando que los pongamos en movimiento para que nos volvamos cada vez seres con más destreza creativa.
Es en el vigor que pongamos en seguir un anhelo que demostramos que tanto queremos algo o que tanto es sólo un deseo vano, o un deseo que no es auténticamente nuestro. Yo sólo se una cosa: que si alguien no consigue lo que anhela es porque no era algo que realmente quería, o no era un deseo auténtico. Revisa el cajón de tus deseos: Ve y saca alguno que esté ahí olvidado y míralo… ¿te acuerdas cuando soñabas con esto?… vamos, maestro, a decir verdad, si realmente lo hubieras querido, lo hubieras conseguido.
Todo deseo debe ir acompañado de un sentimiento de merecimiento, es decir, de un sentimiento de emoción que nos dice que eso que anhelamos es algo formidable, que es algo para nosotros. Sabemos que es auténtico porque nos brinca el corazón aunque sintamos que esto es muy lejano o casi imposible, y hay una voz que nos dice que es eso que nos empuja el corazón lo que debemos seguir. Fíjate como funciona tu corazón cuando sueñas con algo que ciertamente no es un deseo auténtico, entonces no te emocionas ni fantaseas tanto como cuando el deseo proviene de lo más sincero de ti. Además, cuando un deseo tiene más que ver con lo que opinan los demás, si estás haciendo algo solo por cumplir con algún criterio que no es tuyo solo para complacer a los que te rodean, entonces muy pronto pasan las ganas de conseguirlo, tu entusiasmo se apaga al primer obstáculo y, si no notas esto y te empeñas en seguir algo que no sientes profundamente, muy probablemente tu deseo se volverá una carga fastidiosa en lugar de una aventura llena de gozo. Y quizás cumplas el deseo, mas, como esto va en contra de tu naturaleza, es muy probable que quedes al final insatisfecho contigo mismo, no feliz, quizás hasta enfermo, sin ganas de moverte. Fíjate en las flores y las plantas, ellas se mueven hacía la luz, porque les da vida, color. Así son los deseos auténticos, solo deben darte luz y color en tu vida, por eso debes moverte hacía lo más auténtico de ti, pues es en este movimiento en el único que se consiguen no solo deseos vanos, sino verdaderos milagros.
Cuando nos movemos hacía un deseo auténtico, vamos quitando complicaciones, aclarando dudas, nos vamos volviendo más hábiles y creativos, nos enojamos, entristecemos y sentimos a veces muy cansados, pero siempre está latente esa fuerza para conseguir lo anhelado: el deseo nos hace sentir vivos, y entonces es cuando estamos dispuestos a dar, a reconocer, a aprender, a valorar y renovar nuestros criterios. Los deseos auténticos nos exigen nuevas formas de pensar, de actuar, nos invitan a lo nuevo, a quitarnos las dudas que teníamos, a explorar alternativas. Los deseos auténticos nos piden que seamos más grandes, por eso nos antojan con algo grande, ellos nos quieren sacudir lo viejo y renovarnos con su antojo, y no pueden manifestarse si nuestra consciencia no se engrandece, pues para que quepa la grandeza de nuestro deseo, debemos darle espacio con nuestra grandeza. Por ejemplo, si padecemos de algo “incurable” y deseamos salud, y por ahí se nos proponen nuevas alternativas mas no nos atrevemos a explorarlas, entonces nos estamos quedando pequeños para recibir ese regalo. Mas si nos movemos y nos damos nuevas oportunidades, si dejamos nuestra inflexibilidad y exploramos, entonces podemos ir descubriendo que es lo que realmente tenemos que aprender para poder ampliar nuestra consciencia y así manifestar no solo el deseo de sentirnos mejor sino el milagro de la curación. Lo mismo pasa con el dinero, y con todo lo demás, tenemos que dejar de actuar con reacciones viejas y explorar las nuevas, las que requieran de nuestra mayor concentración y destreza, recuerda que una consciencia que creo un reino no será la misma que lo engrandezca.
Un deseo solo vale la pena cuando, después de conseguirlo, éste nos ha vuelto más inteligentes, más sabios, y más poderosos. Si un deseo nos ha dado vida y nos ha hecho crecer nuestras facultades, si nos ha hecho sentir realmente satisfechos y orgullosos de nosotros mismos, entonces podemos decir que realmente hemos cumplido nuestros deseos, y quizás, nos habremos llenado de pequeños o grandes milagros.