Publicado: 08/08/2005 - Actualizado: 09/08/2019
Autor: Prof. Dr. Luis Ruiz-García
Desde épocas remotas el hombre tuvo que aprender a vestirse, comer y curarse. Para ello debió mimetizarse con su entorno y aprender del comportamiento de los animales, que basados en su instinto sabían seleccionar las especies que eran consideradas comestibles, de aquellas consideradas como medicinales y también tóxicas.
Este aprendizaje le demandó largo tiempo y no todos estaban preparados de igual manera para llevarlo a la práctica. Los continuos éxodos de muchos pueblos debidos a las constantes guerras conspiraron contra la adaptación del hombre a su medio o hábitat.
Sin embargo, en las primitivas aldeas hubo quienes desarrollaron un conocimiento más profundo y una adaptación al medio de forma muy superior al resto: ello motivó la aparición de los primeros chamanes quienes no solo tenían a su cargo el manejo de los problemas de salud de sus congéneres, sino que podían pronosticar cuáles eran las mejores épocas para el cultivo de sus semillas y la época de recolección.
Dentro de las llamadas civilizaciones avanzadas, los Egipcios dieron muestras de un profundo conocimiento médico, y a través del papiro de Ebers (primer documento médico de la antigüedad descubierto en 1872) demostraron las virtudes de muchas plantas medicinales en salud humana.
En Egipto, quienes profesaban el arte de curar era la casta sacerdotal perteneciente a los Brahamanes, ya que dentro de su concepción de vida "quienes tenían las facultades de reparar los problemas del espíritu, también podían reparar los trastornos del cuerpo…".
En épocas pretéritas, los Chinos dieron una muestra acabada de la aplicación de las hierbas medicinales, según se señala en tratados como el Pen´tsao, reeditado y revisado durante las sucesivas dinastías. También la India ofreció su saber a través de obras fundamentales como el Caraca, Susruta y Vagabhta, donde se mencionan las virtudes de cientos de plantas medicinales.
En Grecia, entre el siglo IV y III antes de Cristo, surge la figura de Hipócrates, el "Padre de la Medicina", quien no sólo dio las directrices del correcto empleo de las plantas medicinales, sino también fundó los conceptos básicos de la semiología moderna, propició el ayuno, la hidroterapia y el valor de una correcta nutrición para tratar dolencias (fue famoso su aforismo: "Que tu alimento sea tu medicamento") y finalmente sentó las bases de lo que hoy conocemos como higiene. Otras figuras importantes de la antigua Grecia las encontramos en Dioscórides, Galeno, Columena, Celso y Plinio, por citar sólo a algunas.
En la Edad Media el empleo de las plantas medicinales sufre un proceso de estancamiento y descrédito merced a la intemperancia de la Santa Inquisición que en su famosa "caza de brujas" mandó quemar en la hoguera a cientos de hombres y mujeres (curanderos de la época) que realizaban "conjuros con los poderes demoníacos" durante sus actos terapéuticos. Únicamente en los monasterios se centró el arte de curar, gracias al enjundioso trabajo de monjes y sacerdotes que tradujeron del griego y del latín las primitivas obras sobre el empleo medicinal de las hierbas. Eran famosos sus huertos y sus preparados en forma de vinos medicinales, tradición que aún hoy se conserva (licor monacal y benedictino).
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Durante la conquista de América los sacerdotes y frailes que se trasladaron al Nuevo mundo llevaron sus conocimientos médicos, los cuales se vieron enormemente enriquecidos por el contacto con chamanes indígenas que les trasmitieron su saber respecto del empleo de las plantas medicinales americanas. El hecho de realizar la señal de la Cruz por parte de los indígenas fue aprendido de los españoles, para evitar y alejar "conjuros sospechosos" de otras fuerzas espirituales.
En Europa, el arte de curar cobró un nuevo impulso por parte de los alquimistas, entre los que descolló la figura de Paracelso. En Italia se formaron importantes escuelas médicas, como por ejemplo la de Salerno.
En Alemania surgen figuras como Samuel Hahnemann (mentor de la Homeopatía), Cristoph Hufeland, Heinrich Lahmann y Augusto Bier (promotor de la anestesia endovenosa y la raquitomía) que dieron un fuerte impulso a la medicina natural. En Estados Unidos se populariza la escuela del Eclectismo que llegó a cobijar a cientos de médicos desde sus albores.
Finalmente en el siglo XIX, cuando Friedrich Wohler produjo la síntesis de la urea a partir de una sustancia inorgánica (el cianato de amonio), da comienzo la industria de la síntesis química, ya que hasta entonces no se concebía como fuente de materia orgánica ningún otro elemento que no fuese animal o vegetal. El siglo XX marca el liderazgo de los productos de síntesis, dejando relegadas a las plantas como una "práctica medicinal menor".
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Sin embargo, los principales productos de primera línea surgen del ámbito natural, entre ellos la penicilina, aspirina, cornezuelo de centeno, belladona, digital, vincristina, pilocarpina, ipecacuana, atropina, reserpina, podofilina, etc.
Paracelso
Con la tragedia ocurrida a fines de la década del '50 con la sustancia química talidomida, se ponen en duda los criterios de evaluación de seguridad de la aprobación de drogas que regían hasta entonces, dando origen a la creación de los primeros Departamentos de Farmacovigilancia. Entre 1982 y 1990 salen del mercado más de doscientas drogas sintéticas debido a graves problemas de intoxicación entre la población. Paralelamente la investigación con plantas medicinales continuó con su silencioso trajinar y de ahí surgen nuevas drogas de amplio empleo en la actualidad: Panax ginseng, Ginkgo biloba, Hipericum perforatum, Taxus bacata, Centella asiática, Aloe vera, Castaño de Indias, Hamamelis virginiana, Pygeum africanum, Serenoa repens, Lentinus edodes (shiitake), Fucus vesiculosus, etc..
La amplia brecha entre las naciones industrializadas y los países del Tercer Mundo arrojó una importante masa de habitantes que no pueden, por el momento, acceder a la medicina convencional. De ahí que la Organización Mundial de la Salud (OMS) propiciara a mediados de los '80 la aceptación y puesta en práctica, por parte de las autoridades gubernamentales, de las mal llamadas Medicinas Alternativas, dando un especial interés a la investigación y prescripción de hierbas medicinales.
La OMS ha definido como Fitomedicina a la aplicación de principios activos de origen vegetal en terapéutica. Por otra parte, dicha organización ha manifestado en 1996 que el 80 % de la población mundial depende para su atención primaria de su salud, de las plantas medicinales. Los modernos métodos de extracción, identificación y estandarización de sustancias provenientes de las plantas, sumado a la investigación científica moderna (pruebas in vitro e in vivo sobre animales, ensayos preclínicos, clínicos, etc.) han permitido generar márgenes de seguridad en la prescripción de estos fármacos hacia la población, lo cual la diferencia en parte de la Fitoterapia Clásica que fundamenta su accionar en el conocimiento empírico.
Indudablemente esta nueva definición de Fitomedicina representa una jerarquización de la práctica fitoterápica convencional, a la cual no obstante sigue estrechamente ligada. De esta manera suele ser común hoy en día el acercamiento de biólogos, botánicos y farmacognostas con chamanes y curanderos de tribus que aún persisten en las selvas tropicales. En ese sentido, laboratorios multinacionales han instalado centros de investigación en el Amazonas o en la selva costarricense, como es el caso de MERCK & Co.
El debate sobre la Fitomedicina
Más allá de este renovado interés hacia las plantas medicinales que profesan los principales laboratorios del mundo, hay que dejar en claro que dicho movimiento genera algunas preguntas o dudas:
¿Se está acabando la síntesis química?
¿La búsqueda se centra únicamente en el hallazgo de principios activos que puedan ser útiles en enfermedades "rentables" como el cáncer, artrosis o diabetes? El paludismo, la lepra, la tuberculosis y las diferentes parasitosis, ¿también despertarán el mismo interés?
¿Se respetarán los convenios de coparticipación entre los laboratorios y el país huésped que provee la "materia prima"?
¿Se respetará la biodiversidad del área de trabajo, en especial para evitar la depredación de especies en vías de extinción?
Estas y muchas otras preguntas sólo serán respondidas a través del paso del tiempo y bajo la acción centinela de quienes amamos esta actividad.
Más allá de todas estas conjeturas, es plausible que se renueve el interés sanitario hacia las plantas medicinales. De acuerdo con un informe reciente publicado en la prestigiosa revista Journal of the American Medical Asociation (JAMA), se calcula que alrededor de 100.000 personas murieron en 1994 en Estados Unidos por las reacciones adversas a los medicamentos recetados por los médicos (es decir fármacos "bien recetados"). El guarismo es más alarmante aún cuando leemos en el informe que dicha cifra no ha tomado en cuenta los casos por sobredosis o por fármacos automedicados, lo cual elevaría aún más el porcentaje de muertos. Paralelamente, los casos por muertes debidas a plantas medicinales registran los porcentajes más bajos en los centros asistenciales y toxicológicos.
No obstante, la Fitomedicina no debe considerarse como una práctica inocua. La misma debe ser ejercida por personal calificado o profesional. Como decía Paracelso: "Un tóxico puede ser un remedio y un remedio puede ser un tóxico. Todo depende de la dosis". En virtud de ello, podemos decir que no existen plantas tóxicas sino uso indebido de plantas. El correcto y racional uso que hagamos de ellas propiciará la continua jerarquización de esta práctica, que en las proximidades de un nuevo milenio, permitirá al hombre volver a sus fuentes.
"Dios creó de la tierra los medicamentos. El hombre sabio es aquel que no los desdeña". Sirácides, Cap. 38.
Fuente: Asociación Argentina de Fitomedicina
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