Publicado: 03/11/2005 - Actualizado: 08/08/2019
Autor: Prof. Dr. Luis Ruiz-García
El conocimiento de la yerba mate se remonta a los albores de la cultura guaranítica. Era un alimento básico de los indios, que la usaban como bebida, sorbiéndola de calabacillas mediante bombillas hechas de cañas o también mascándola durante sus largas marchas. La yerba tenía en la cultura guaraní un rol social mas allá del fin meramente nutritivo, pues era objeto de culto y ritual, a la vez que moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos: los incas, los charrúas y aún los araucanos a través de los pampas, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes. Caá en guaraní significa yerba, pero también significa planta y selva. Para el guaraní, el árbol de la yerba es el árbol por excelencia, un regalo de los Dioses. Tomar la savia de sus hojas era para ellos beber la selva misma.
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Los conquistadores españoles y los jesuitas
De los guaraníes, los conquistadores aprendieron su uso y las virtudes que posee e hicieron que su consumo se difundiera en forma extraordinaria al punto de organizarse un intenso tráfico desde su zona de origen a todo el Virreinato del Río de la Plata.
Más tarde los jesuitas introdujeron el cultivo en algunas reducciones. Sus misiones estaban distribuidas en la región que constituyen la provincia de Misiones, Norte de Corrientes y Sur de Paraguay y Sudoeste brasileño, a fin de evitar las grandes distancias que los separaban de los lugares de producción. Ellos habían develado el secreto de la misteriosa germinación de las semillas de yerba, descubriendo que sólamente germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de los tucanes. Pero en su expulsión, ocurrida en 1769, se llevaron con ellos el secreto, sobreviniendo el abandono de las plantaciones y perdiéndose la tradición del cultivo. Aunque los jesuitas preferían tomar mate cocido en lugar de mate, fueron los grandes responsables de que la yerba fuera conocida en el mundo civilizado, en donde llegó a conocérsela como el "té de los jesuitas".
Bonpland y la Ilex Paraguariensis
Más de medio siglo después, el famoso naturalista francés Aimé Bonpland inició los primeros estudios científicos sobre la planta de la yerba mate, su cultivo y sus usos. Dos años más tarde, en París el botánico Saint Hilaire clasificó a la yerba como Ilex Paraguarensis.
Fue Bonpland quien redescubrió el secreto de la germinación, pero éste volvió a perderse con la extinción del botánico. Recién hacia 1903 en Santa Ana -Misiones- se vuelve a descubrir que sólo germinan aquellas semillas que han pasado por el sistema digestivo de ciertas aves y se realiza la primera plantación moderna de Yerba Mate.
Hasta entonces y aún por muchos años, la yerba que se consumía provenía de la selva, de plantas silvestres que crecían en manchones con gran densidad de árboles, llamadas islas. La explotación irracional, en la que la tala de los árboles fue moneda corriente por siglos, terminó insumiendo por completo el recurso que parecía inagotable. Sólo con las plantaciones racionales, los cultivos de yerba volvieron a hallar su lugar en la historia.
La yerba en el siglo XX
Durante los primeros años del siglo XX, nacieron las grandes industrias yerbateras de la Argentina, que se establecieron en los puertos del Sur, Rosario y Buenos Aires, pues la yerba mate, que seguía siendo explotada en su mayoría en los montes naturales de Brasil y Paraguay, era transportada por el Río Paraná.
En la década de 1920, cuando comenzó la colonización de Misiones, el Gobierno Nacional le adjudicó parcelas de tierra a los colonos europeos con la condición de que una parte de la misma fuera implantada con yerba mate. Cuando esas plantaciones comenzaron a producir, los Industriales Yerbateros de Rosario y de Buenos Aires se negaron a comprar esa yerba, pues les convenía seguir abasteciéndose de la materia prima paraguaya y brasilera. Pronto, esa situación produjo una gran crisis en Misiones, ya que los productores no podían vender su producción, y como consecuencia de ello, se produjo la primera intervención estatal. Así, en 1936 se dictó la Ley 12.236 y se creó la "Comisión Reguladora de la Yerba Mate" y el "Mercado Consignatario de Yerba Mate Nacional Canchada", mediante los que se prohibió la plantación de yerba mate y se establecieron cupos de producción. Mientras que la intervención del Estado minó el espíritu empresario de los yerbateros, hasta 1966 los Industriales de Buenos Aires y Rosario continuaron importando yerba de Paraguay y Brasil.
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En 1989 se eliminó la CRYM, pero sin crear un mecanismo que acostumbrara al productor a trabajar sin la intervención estatal y dejándolo repentinamente expuesto al mercado. Fue así como a partir de 1995 se llegó a la última crisis de superproducción, cuando por exceso de materia prima se produjo una gradual pero importante caída del precio que dura hasta el día de hoy.
El cultivo de yerba en la actualidad
A pesar de los innumerables intentos y al paso de los siglos, la yerba mate siempre se resistió a crecer fuera del perímetro que antiguamente fuera habitado por los guaraníes. Nació en América del Sur y sigue siendo una planta bien americana, pero no de cualquier parte del continente. El área de distribución de la yerba mate se restringe al Noreste de Corrientes, Misiones, Paraguay y Sur de Brasil. Allí la temperatura, humedad y tierras se conjugan para lograr las condiciones ideales para su desarrollo. Por más que se ha intentado cultivarla en zonas similares de América del Norte, Asia y África, los ensayos han fracasado, y así es como la yerba mate se conservó como un tesoro exclusivo de invalorable importancia para estas regiones.
El mate, una buena costumbre
Cuándo descubrieron los guaraníes las virtudes de la yerba y cómo desarrollaron la mejor forma de disfrutarla, es algo que permanece en el oscuro pasado prehistórico. Sabemos, sin embargo, que los españoles adoptaron instantáneamente la costumbre indígena y los criollos la convirtieron en fruto de pasión e identidad. Desde la elaboración de la yerba hasta la forma de consumo, la costumbre del mate ha permanecido inalterada desde tiempos remotos y por cinco siglos de historia, arraigándose cada vez más en los usos del sur de Sudamérica y aún extendiéndose a lugares muy lejanos. En la Argentina es la bebida más consumida después del agua de la canilla, sin distinción de clases sociales ni edades.
Fuente: Establecimiento La Marias
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