Publicado: 31/08/2005 - Actualizado: 13/08/2019
Autor: Miriam Reyes
El té es la segunda bebida más consumida del mundo después del agua. Existen más de 3.000 variedades. Se bebe desde hace miles de años y su consumo se ha extendido a casi todos los países del mundo.
Origen del té
El término español "té" deriva del dialecto chino amoy, en el que se pronuncia "tai". Surgió de los primeros contactos entre comerciantes holandeses y chinos del puerto de Amoy, en la provincia de Fujian.
Según la leyenda china, fue el emperador y erudito Shen Nung quien descubrió las propiedades beneficiosas del té. Una de sus sabias normas había sido la disposición de que, durante su reinado, toda el agua destinada para el consumo humano fuera previamente hervida.
Cuentan que un día, cuando Shen Nung estaba descansando junto a un árbol de té silvestre, una ligera brisa agitó las ramas, con tan buena fortuna, que algunas hojas fueron a caer en el agua que estaba hirviendo. La infusión resultante le pareció deliciosamente refrescante y reconstituyente y así fue como descubrió el té.
En ese entonces, la infusión se preparaba como medicina o tónico, con hojas tiernas de árboles silvestres. Para ajustar la oferta a una demanda creciente y garantizar una cosecha regular, los granjeros empezaron a cultivar arbustos de té en sus pequeñas propiedades y se fue desarrollando un sistema de desecación y fabricación.
La popularidad del té creció rápidamente en China. Se entregaba como presente a los emperadores y empezó a encontrarse en tabernas, tiendas de vino y posadas. Incluso se usaban pastillas prensadas, como trueque en las relaciones comerciales con los turcos.
Los comerciantes de té se enriquecieron y los alfareros, plateros y herreros empezaron a fabricar elegantes artículos para tomarlo, que constituían un indicador de la riqueza y del nivel social de los propietarios.
La "edad de oro" del té corresponde a la época de la dinastía Tang. El té ya no era sólo un tónico medicinal, sino que se bebía tanto por sus propiedades reconstituyentes, como por placer.
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Durante este periodo el té adquirió tal importancia, que un grupo de comerciantes encargaron al escritor Lu Yu que compilara el primer libro sobre el té, "Su Cha Ching", conocido como el "Libro Sagrado del Té", que
muestra claras influencias de la filosofía Zen y del Taoísmo. La forma de preparar el té, tan poética y bellamente expuesta por Lu Yu, quien veía en ella un modelo de orden y de la armonía que reina en todas las cosas, fue la que posteriormente sería introducida en Japón, precisamente por monjes practicantes del budismo Zen.
En la época de la dinastía Tang, las hojas tiernas recolectadas se hervían al vapor, se machacaban y se mezclaban con jugo de ciruela, hasta obtener una pasta compacta que se introducía en moldes, donde se prensaba para formar una especie de pastillas que se horneaban hasta quedar secas. Para preparar una infusión, se tostaba la pastilla hasta ablandarla para poder triturarla y se hervía el polvo resultante. Los sabores más habituales se obtenían añadiendo al agua cebollas dulces, jengibre, piel de naranja,
clavos o menta.
Más tarde, durante la dinastía Song, se preferían los aromas sutiles de los aceites esenciales de jazmín, de loto y de crisantemo.
Propiedades del Té
La cafeína es uno de los componentes más importantes del té y actúa como un estimulante suave. Todos los tipos de té la contienen, pero el té verde tiene menos que el oolong y éste menos que el negro. El té contiene la mitad de cafeína que el café. El cuerpo absorbe rápidamente la cafeína del café, lo que provoca un inmediato incremento de la actividad cardiovascular. En cambio, los efectos de la cafeína del té se dan más lentamente, pero son más duraderos.
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Quienes toman té dicen que puede estimularlos o calmarlos, dependiendo de la ocasión. Otros lo consideran una bebida refrescante. Estos efectos, aparentemente contradictorios son conocidos como las "3 eres" del té: revive, relaja y refresca, que se resumen como "restauración".
La sabiduría popular atribuye al té beneficios para la salud. La investigación más reciente ha descubierto que su consumo contribuye a un menor riesgo de enfermedades cardíacas, ya que contiene antioxidantes benéficos denominados flavonoides, que ayudan a mantener sanas las células y los tejidos.
El té no contiene calorías, pero sí varias vitaminas y minerales, incluyendo flúor, que ayuda a proteger el esmalte de los dientes de las caries y fortalece los huesos.
En los últimos años se ha producido un creciente interés por el té y ha aumentado la demanda de tés puros de calidad, lo que ha dado lugar a una mayor variedad en el mercado. La elección individual del té debe basarse exclusivamente en las preferencias y gustos personales.
Los que prefieran un té ligero y con un sabor suave, optarán por los tés oolong. Para quienes aprecian las cualidades refrescantes y aromáticas del té verde, son ideales los tés de China y Japón. Los aficionados a las infusiones más fuertes elegirán el té negro.
Cómo conservarlo y tomarlo
El té debe guardarse en un lugar seco y fresco, alejado de fuertes olores, ya que absorbe los aromas con gran facilidad.
La calidad del té en bolsitas ha mejorado durante los últimos años, ya que algunas compañías las confeccionan con tés puros de gran calidad, conscientes de la demanda existente, dada su comodidad.
Las bolsitas de té proporcionan una infusión más rápida y fuerte, pero sin la sutileza y calidad del té de hoja suelta. Pierden su aroma y calidad con mayor rapidez que el té de hoja suelta; este último se conserva hasta dos años y las bolsitas sólo de 4 a 6 meses.
El té debe preparase con agua hirviendo, no caliente, ya que requiere de una alta temperatura para extraer la esencia de las hojas.
A pesar de que la adición de leche a una taza de té es una simple cuestión de gusto personal, hay que tener presente que la leche estropea el sabor de los tés más ligeros.
En cuanto a la cuestión de qué debe servirse primero en la taza, la tradición insiste en que debe ser la leche, para reducir el riesgo de que se quiebre la porcelana al verter el té caliente. Además, así se mezclan mejor. En cualquier caso, no existen normas estrictas.
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