El Arte de Caminar
Hace poco llego a mis manos un libro que me ha sorprendido gratamente. Se titula "El arte de caminar" Henry D. Thoreau. Su lectura me ha hecho reflexionar gratamente.
Caminar: un poderoso arte de auto-descubrimiento
Caminar puede ser un mero ejercicio y convertirse en la rutina de cada día. O puede, por otro lado, ser una actividad que nos lleve al descubrimiento de lugares formidables y desconocidos. Si sus piernas sólo lo han llevado a la tienda, al trabajo a la escuela o a la esquina, o hasta donde sus pies pueden pisar, entonces no ha descubierto la verdadera magia de esta actividad recreativa conocida como caminar, si no conoce hasta donde realmente pueden llegar sus piernas entonces estas dos extremidades sólo le han servido, hasta ahora, para desplazarse y llevarlo por las superficies de la vida, aun no ha hundido sus pasos en las profundidades desconocidas y maravillosas a la que sus piernas son capaces de llevarle.
Caminamos al cine, a la casa del amigo, a tomar el autobús. Caminamos la mayor parte del tiempo por banquetas y avenidas, entre ruidos y edificios, sobre la dureza del cemento y el gris, plano y acomodado pavimento de las grandes ciudades. Y luego, por la noche, llegamos a casa muchas veces cansados, fastidiados, estamos agotados del día. Y sin embargo, antes, el ser humano se cansaba menos y caminaba mayores distancias: al río, al lago, a la montaña, entre sonidos de las hojas que mecía el viento o el crujir del césped al momento de hundir el pie entre los perfumes de la hierba de fresco verdor. Y parecía que entre más el hombre caminaba, más aumentaba su vigor, su fuerza, su ánimo y salud.
Tus pies van a un lado: tu mente para el otro
En la actualidad, se camina muy poco, y muchas veces, cuando se camina, uno esta en todos lados menos donde están sus pies. Así que vamos caminando, si, pero pensando en lo que hay que pagar, solucionar, componer, vamos recordando, o pensando en el futuro, y si vamos acompañados vamos platicando de la película del domingo, de lo que le paso a fulanito, de los problemas cotidianos, los pasos de los pensamientos caminando por rutas alejadas del paso del pie, disociados completamente del momento de nuestro paso, como si de alguna forma no quisiéramos ver por donde andamos, ni hacia donde vamos.
Distraídos en una serie de ideas y pensamientos que pasan a todas velocidades por nuestra mente, pasamos como fantasmas alrededor de la gente, de los coches, de lo que se va cruzando con nuestro andar. Ya no queremos ver. La vastedad de información que podría dejarnos una caminata se reduce a un momento de traslado, la sorpresa y la fantasía se hacen invisibles entre el plano y rutinario camino de las calles, nuestra atención se escapa y toma atajos con tal de no caer y leer nuevamente el mismo y poco atractivo paisaje de siempre.
Sin embargo, para algunos privilegiados la experiencia de caminar es mucho más profunda,caminar no es tan solo un momento de traslado sino toda una aventura, es un momento de descubrimiento, un instante para recrear y refrescar el alma. Uno de esos afortunados caminantes se llama Henry D. Thoreau, escritor, naturalista y filósofo, nacido en 1817, quien dejó por el paso de su vida un refrescante ensayo acerca de su iluminada experiencia como un verdadero caminante.
Henry D. Thoreau, en su ensayo El arte de caminar, dice: “Los hombres vuelven mansamente a sus casas por la noche, del campo, donde los persiguen los ecos de su hogar , y su vida languidece porque respiran su propio aliento una y otra vez, mañana y tarde, su sombras llegan más lejos que sus pasos diarios. Deberíamos volver a casa de lejos, de aventuras y peligros y descubrimientos cotidianos: con nueva experiencia y carácter.”
Uno no encuentra “nada que ver” no precisamente porque no haya nada que ver, sino porque se ha perdido más que otra cosa, la capacidad de “ver”. Encontrar algo nuevo en cda paso es responsabilidad del observador. Y un verdadero caminate no sólo debe mover sus pies, sino permitir que estos lo lleven a una caminanta interior, la cual consiste en una especie de vagabuendeo interior combinada con los pasos de las piernas, es un contacto pleno con lo que se ve, una acción contemplativa, la cual consiste en intentar situar la atención en el momento presente e ir dejando caer sensaciones en el cuerpo conforme se da un paso y otro, permitir que con estas sensaciones se vaya construyendo un paisaje interior. El objetivo no es realmente alguno, no se trata de llegar a alguna parte ni de descubrir algo en particular, se trata permitirse sentir lo que se va observando tal cual se siente, no frenar la emoción, emprender un contacto cada vez más profundo con esas cosas que encontramos a nuestro andar.
La capacidad de sentir se ha domesticado demasiado, el sentimiento suele ir por las mismas calles, por los mismos rumbos: sentimos de forma cada vez más mecánica, hay una especie de resisntencia a sentir lo nuevo. Por más que andamos, termianmos sintiendo las mismas cosas ante las mismas situaciones. Esto va empobreciendo y sombreando la creatividad y frescura de la mente, la cual se nutre día a día con un mismo sentimiento. Esta domesticación provoca que siempre encajemos lo que vemos al paso con un mismo criterio,con una sola forma de ver las cosas. hemos aprendido a dirigir el sentimiento, en lugar de que este nos lleve por las selvas y los bosques interiores, y nos retroalimente y recree con su fuerza, frescura y hasta la pureza del salvajismo.
El arte de caminar interiormente mucho a menguado en la vida del hombre por ese alejamiento con la naturaleza, con su espontaneidad, viveza y energía. Las largas caminatas que servían para bañar el corazón con las aguas puras de la recreación, se han perdido. Todo se vuelve trivial, superficial y frío cuando no se acompaña el andar de la vida con el andar del corazón, con toda su fuerza e inspiración. Esto crea alejamiento, frialdad emocional: depresión y ausencia interior.
De alguna forma, Henry O. Thoreau logró comprender la verdadera esencia de caminar, y plasmó en pequeños fragmentos una deliciosa caminata en palabras acerca de la magia del buen caminante, su libro, su ensayo, es todo un paseo, lleno de hallazgos significativos para el espíritu, dotado de una sensibilidad excepcional nos lleva en intuitivos pasos a disfrutar de una lectura rica, salvaje y recreativa, por si usted gusta saber más acerca de lo que significa realmente caminar, y desea perderse un rato entre las constelaciones de una nueva forma de ver lo que se ha convertido en una rutina diaria o una mera practica de ejercicio para estar en forma. Caminar puede ser todo un arte de descubrimiento si usted se lo permite. Henry decía que un verdadero libro es el que lo invita a uno a dejarlo en la mesa para ponerlo en practica. Quiza, si se dej allevar por la pluma de Henry, pueda en algún momento descubrir como puede llevarse uno a lugares que están más allá de los pies.
En mi experiencia personal, debo aceptar que no me gustaba en absoluto caminar, me decían que caminaba demasiado aprisa, iba siempre sintiendo que se me hacia tarde para algo. Luego empecé a observarme a mi misma y descubri que aunque no tuviese prisa, sentía la ansiedad de llegar a donde iba. Apresurada siempre, un día descubri después de autobservarme con profundidad mientras caminaba, que mi prisa era una especie de escape a mi vida, siempre "quería llegar", no disfrutaba del paseo. Es importante no perder de vista lo que sentimos cuando caminamos, pues es un reflejo muy preciso de la forma en como andamos por la vida.
Título del libro: El Arte de Caminar. Walking, un manifiesto inspirador
Autor: Henry D. Thoreau
Prólogo de José Antonio Pérez
Edición de Antonio Casado Da Rocha
Editorial: Ediciones Local Global