Muerte, Cambio y Transformación
La muerte se puede entender como un fin, como el cese de la vida o como la culminación o la extinción del cuerpo o de una experiencia o cosa, aunque en algunas culturas y religiones la muerte es un momento transitorio, un paso necesario hacia un nuevo mundo, hacia una nueva consciencia o realidad.
Tras la muerte de cualquier cosa, ya sea una esperanza, un árbol, un día, una persona o lo que sea, parece haber escondido un momento de nacimiento, la muerte es, para algunos, el momento indispensable para el cierre de un ciclo y la apertura de uno nuevo, lo cual es un ejemplo evidente en todos los cuerpos vivos de la naturaleza: el árbol se renueva con la tierra, una estrella o un cuerpo cede su energía a un nuevo organismo, una esperanza que muere parece alimentar una nueva y más intensa; tras una exhalación, viene la inspiración.
La muerte se encara de muchas formas según la cultura y la religión, se le conceden desde festejos, flores y ofrendas hasta sentimientos de rechazo, desprecio o incluso de indiferencia. La Muerte inspira a creadores, artistas y escritores de todas las edades y países, las reflexiones, ritos, valores y acciones que sugiere este momento de trasncición han llevado a adquirir costumbres de formas muy interesantes y distintas en cada lugar del mundo, cada una de ellas tratando de complementar o dar sentido a un poderoso mandala móvil llamado Vida, el cual esta conformado por todas las cosas existentes en el universo.
Sin embargo, a pesar de cómo la podamos entender, y aunque forme parte de un momento transitorio, confrontarse con este momento de culminación por lo general no es fácil, dejar ir ya sea una cosa, persona o experiencia es uno de los momentos que parece costar más al ser humano, sobre todo cuando eso que tenemos que soltar es parte importante de nosotros, y parece que hay algo que no nos permite vivir sin aquello que se va.
En la naturaleza, cuando una flor o un árbol muere, no hay duda, ni agitación; tampoco dolor. En la naturaleza, las cosas simplemente pasan a ser otra cosa, no hay resistencia,, las cosas se mueven y fluyen, parece no haber nada que impida este proceso de vida. En el oriente, la cultura de la muerte es algo muy parecido a este proceso natural, la muerte se acepta en su justa dimensión de cambio radical, las personas están preparadas para confrontarla, la observan como un paso natural, sin angustia, el pecado se comprende como una mera trasgresión de la ley que será compensada por la Ley del Karma, el hombre no se considera pecador ni malo, lo que hace más fácil la aceptación espontánea de esta partida, y el encuentro con Dios. Su creencia en la reencarnación hace que el momento de la muerte sea sólo un paso para una nueva oportunidad de vida, en donde se corregirá y engrandecerá el alma.
En occidente, por otro lado, existen aún muchos lugares donde se cree en el pecado, en la maldad y en un juicio final, momento en donde Dios juzgará las acciones vividas en la Tierra, y decidirá el destino final de dicha alma acomodándola ya sea en un Cielo o un Infierno, lugares donde el alma podrá ya sea gozar por las buenas acciones realizadas o, en su defecto, sufrir un castigo si el alma es perversa. Esta crencia convierte a la muerte en un momento de partida terrible, generando en la persona un sentimiento abrumador de culpa que provoca mucha ansiedad y resistencia, ya que además este momento se considera como un punto final e irevocable, en donde nada se puede hacer sino esperar un juicio Superior y un desenlace final.
Dejar ir
Nuestra reacción al tener que dejar ir una cosa, relación, ser querido o experiencia, parece que esta íntimamente relacionado con la concepción que tenemos acerca de la muerte física: el proceso de separación, de cualquier cosa, será más doloroso e irresistible a medida que tengamos la noción de que algo se acaba definitivamente cuando se aleja, se va o simplemente deja de vivir. Sufriremos y nos apegaremos a medida que sintamos una desconexión con eso que se va o se aleja.
Si observamos, nada en realidad se puede ir, todo esta de alguna forma conectado, la energía solo puede transformarse, y la muerte es necesaria para renacer hacia nuevas posibilidades creativas. Cada momento de transición es sólo un paso que enriquece a un ser humano en todos los aspectos, quizá se requiera tiempo para darse cuenta de la importancia de los procesos de culminación, y comprender que el dolor que causan las separaciones puede ser un gran mensajero que nos invite a valorar la vida desde nuevas posturas. La muerte puede ser motivo de reflexión, de dolor o incluso, scomo se dijo, de festejo, el cual puede suceder a medida que comprendamos que lo que una vez tocó el corazón, nunca puede perderse, porque su energia ya forma parte de nosotros.