Comida basura… Demasiadas calorías para nada
Probablemente este tipo de comida surgió como respuesta a las necesidades y condicionantes de la vida actual, en la que hay poco tiempo para ir a la compra y cocinar. Aunque algunos fabricantes de alimentos tratan de cubrir las exigencias de una dieta sana, otros se sirven de estrategias para no vender lo que anuncian y para incluir entre los ingredientes cantidades excesivas de ciertos elementos, a veces innecesarios y que no se describen en el etiquetado. Así, el consumidor no sabe lo que se lleva a casa. Esto, aparte de un fraude para el bolsillo, supone un riesgo para la salud, especialmente para determinados colectivos como los niños.
La comida basura es un riesgo para la salud de los niños
Recientemente la Agencia para la Alimentación del Reino Unido, ha iniciado un debate sobre las dietas de los niños y la promoción de los alimentos. Esta iniciativa sigue a una revisión de la relación entre la promoción de alimentos y el comportamiento nutricional en los niños. La revisión demuestra que la publicidad televisiva domina tal promoción: cereales azucarados para el desayuno, refrescos, confitería y sabrosos aperitivos y chucherías. La creciente promoción de la comida rápida muestra indicios de añadir un nuevo y peligroso grupo a los anteriores.
La promoción de alimentos afecta realmente a la preferencia de los niños (el tipo de alimento que les gusta comer y la marca), y a lo que compran e incitan a los padres a comprar. Se ha observado que, cuanto más miraba un niño los anuncios de la televisión, más calorías consumía.
Lo que más preocupa, según las conclusiones de la revisión, es que la dieta que se anuncia está lejos de ser sana y nutritiva. Así, sabemos que muchas dietas de los niños contienen más grasa, azúcar y sal de las recomendadas, y que el nivel de obesidad infantil va en aumento.
Muchas calorías
En este informe se destaca que la obesidad, en los últimos diez años, se ha duplicado en personas de 6 años, y se ha triplicado en personas de 15 años. Basta recordar que una tableta de chocolate proporciona una quinta parte de las necesidades calóricas diarias de un niño de diez años. Comparado con las comidas tradicionales domésticas, un trozo de pollo en un fastfood contiene un 30 por ciento más de energía, y una hamburguesa con queso un 52 por ciento más. La diabetes de tipo 2 ya está dándose entre escolares, mientras que hasta hace poco sólo afectaba a adultos de mediana edad o mayores.
La obesidad también va unida a problemas cardiacos, aumento del colesterol, hipertensión y osteoartritis. Una de las técnicas más injustamente usadas por los anunciantes de comida basura consiste en pagar a deportistas y famosos para anunciar productos alimenticios; algo bastante incoherente, ya que los deportistas necesitan una dieta equilibrada para su salud. Tales personajes deberían avergonzarse de ello.
Desde luego, la falta de ejercicio también contribuye a la obesidad, pero es una campaña diferente. Hay cosas que pueden hacerse, y están haciéndose, en la batalla contra la comida basura . Entre otras, prohibir su promoción por parte de celebridades. Algunas escuelas ya ofrecen almuerzos equilibrados y saludables. Un supermercado británico planea reducir el contenido de sal de sus productos de alimentación; y la confitería tendría que eliminarse de las cajas de los supermercados. Lo más importante de todo es que la industria que proporciona productos sanos de alimentación tiene que alejarse de la comida basura y promover sus productos con mayor eficacia: las frutas, verduras y hortalizas no están suficientemente anunciadas.
Limpiar despensas
El camino para la regulación debería consistir en buscar acuerdos voluntarios con los fabricantes. El tiempo ha pasado y se ha de forzar a la industria de comida basura a limpiar sus despensas por medio de la legislación. La comida necesita estar claramente etiquetada, probablemente mediante iconos, con su contenido alimenticio: un icono para la comida basura no debería ser muy difícil de diseñar.
Fuente: Resumen de un editorial publicado en la revista científica Lancet 2003.
Fundación Hipercolesteremia familiar