Introducción a la Agricultura Ecológica
Hablar hoy de producción ecológica es hablar de una actividad en rápido crecimiento. Un sistema de producción asociado a elementos tan estimados actualmente como el respeto y conservación del medio ambiente o la calidad y la seguridad alimentaria, y que responde al reto de la sociedad por avanzar en el marco de la sostenibilidad. Y es que, desde hace unos años, el desarrollo sostenible se ha convertido en uno de los principales paradigmas de las sociedades contemporáneas. Utopía o metáfora, se nos muestra como un ideal al que se ha de tender, aunque a su formulación (aquel desarrollo capaz de satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades), sencilla pero imprecisa, haya que darle forma mediante acciones prácticas en todos nuestros campos de actuación.
Los cambios acelerados de los últimos decenios se han traducido en una relación completamente diferente del hombre con la tierra que le da de comer. La incesante urbanización ha separado a gran parte de la población del campo de nuestros padres y abuelos, el campo de la libertad y de la relación estrecha con la naturaleza, pero también el campo de la necesidad y la miseria en los tiempos de carestía. Para muchos, hoy en día, el campo parece lejano, a pesar que a través de él discurran las autopistas y las vías de los trenes. Y sin embargo, nuestra sociedad, cada día más urbana, no puede prescindir de la agricultura para alimentarse.
Durante el pasado siglo, el progreso de las técnicas agrarias ha permitido satisfacer nuestras crecientes demandas de alimentos, tanto en cantidad como en calidad: en este sentido, no deberíamos eludir la gratitud contraída con los avances tecnológicos y de conocimientos. Pero a su vez, hemos cometido excesos, debemos aprender de nuestros errores para reconducir nuestra relación con el medio ambiente.
¿Cuál es nuestro punto de partida? Por un lado, nos preocupa cada día más el estado de salud de nuestro entorno. Por otro, no podemos prescindir de nuestra obligación de promover el progreso y el desarrollo para todos. Debemos dar respuesta a ambas necesidades mediante propuestas imaginativas pero eficaces. El concepto de sostenibilidad, como decíamos, nos debe servir de guía, pero su carácter difuso obliga a buscar las soluciones concretas.
Otro aspecto, éste tal vez más coyuntural pero de enorme trascendencia, es el relativo a la situación de la agricultura y la ganadería en el marco de la UE. Tras varias reformas, la PAC tiene que hacer frente a nuevos retos: las producciones excedentarias, la seguridad alimentaria, globalización de los mercados y regulaciones de la OMC, etc. En un panorama de creciente incertidumbre, la variable medioambiental ha adquirido gran protagonismo en la política comunitaria, como ha quedado plasmado en la Agenda 2000. Junto a ello, no hay que olvidar las exigencias, cada día mayores, de calidad y seguridad alimentaria por parte de los consumidores, agudizadas, qué duda cabe, por las últimas crisis alimentarias.
En este contexto, la agricultura y ganadería ecológicas aparecen como una de las vías que pueden ayudar a encauzar nuestro futuro hacia ese mañana más sostenible.
Una agricultura ecológica que es a la vez de siempre y novedosa. De siempre, porque la agricultura de nuestros abuelos era ecológica en tanto tradicional y previa a la modernización: nuestros campesinos debían regenerar todos, o casi todos, los elementos de la producción en su propia explotación para garantizar primero su subsistencia, y luego, para tener algún remanente para vender.
Pero esta agricultura y ganadería es también moderna y novedosa porque se nutre del saber científico acumulado durante el último siglo. Lo que antes se hacía por tradición, cuando no por mera intuición, hoy se hace con conocimiento de causa. Y se aplica para hacer lo de antes pero cumpliendo nuevos objetivos: alcanzar buenos rendimientos, obtener nuevos productos. Porque producir ecológico no debe ser identificado con productividades menores (aunque los rendimientos pueden serlo) ni con pérdida de calidad organoléptica.
En estos tiempos en los que el cambio es la norma, la producción ecológica pretende mostrar que otro quehacer es posible. Una ganadería y agricultura que, por otra parte, recupera la relación, en trance de desaparición, del hombre con la naturaleza y que desde amplios sectores – en lo que se viene a denominar enfoque agroecológico – se postula como instrumento de dignificación y solidaridad. Porque para algunos, la producción ecológica continúa siendo un planteamiento alternativo al sistema económico actual, de modo que su componente ideológico y de progreso trasciende la legítima finalidad económica.
Y por si ello no fuera suficiente, la producción ecológica está en las mejores condiciones para realizar propuestas atractivas a los consumidores basadas en la calidad de los productos, en un mercado predispuesto a ello.
(…)El Reglamento (CEE) nº 2092/91 sobre la producción agrícola ecológica y su indicación en los productos agrarios y alimenticios, considera la agricultura ecológica como aquella que cumple unos principios básicos de producción que incluye en sus Anexos I y III. El Anexo II recoge la lista de productos fitosanitarios, detergentes, fertilizantes o acondicionadores del suelo que pueden utilizarse, y sólo se podrán utilizar en las condiciones específicas enunciadas en los Anexos I y II y en la medida en que esté autorizada la utilización correspondiente en la agricultura general del Estado miembro.
Por otra parte, el concepto de agricultura ecológica de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Ecológica (IFOAM) es bastante más amplio. En el Anexo 1 de este documento se expone esta definición, basada en 17 principios igualmente importantes entre los que se incluyen: utilización de recursos renovables, conseguir una mayor calidad alimentaria, fomentar los ciclos biológicos, reducir la contaminación, mantener la diversidad genética, permitir que aquellos involucrados en la producción y el procesamiento lleven una vida acorde con la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, etc.
Adicionalmente, el Codex Alimentarius define la agricultura ecológica como un sistema global de gestión de la producción que fomenta y realza la salud de los agroecosistemas, inclusive la diversidad biológica, los ciclos biológicos y la actividad biológica del suelo. Recomienda que se utilicen prácticas adecuadas de gestión mejor que la utilización de insumos no agrícolas, teniendo en cuenta que las condiciones regionales requieren sistemas adaptados localmente. Esto se consigue aplicando, siempre que sea posible, métodos agronómicos, biológicos y mecánicos, en contraposición a la utilización de materiales sintéticos, para desempeñar cualquier función específica dentro del sistema.
Para determinados sectores de la sociedad, la agricultura ecológica no se reduce a una modalidad particular de producción o de elaboración de ciertos productos, sino que la incorpora a un concepto más amplio denominado Agroecología. Este concepto aparece como un nuevo paradigma de conocimiento, ya que es concebido como un enfoque teórico y metodológico para estudiar la actividad agraria desde una perspectiva ecológica, analizando conjuntamente todos los elementos de los procesos agrarios: los ciclos minerales, las transformaciones de energía, los procesos biológicos y las relaciones socioeconómicas. Pero la Agroecología no es únicamente un concepto epistemológico, sino que se puede considerar que tiene una vertiente técnica para abordar la producción agraria de una forma alternativa a los cánones establecidos por la agricultura denominada convencional*.
* Adaptado de Guzmán Casado, G., M. González de Molina & E. Sevilla Guzmán (2000). Introducción a la Agroecología como desarrollo rural sostenible. Ediciones Mundi Prensa, Madrid, página 85.
Sin perjuicio de la validez de estas concepciones más amplias, en lo que sigue a efectos de este Plan, se va a considerar como Agricultura Ecológica solamente aquella que se atiene a lo establecido en el Reglamento 2092/91 citado al principio. Asimismo hay que aclarar que se va a utilizar habitualmente en este documento el término “Agricultura” siguiendo la acepción común de esta palabra, que engloba tanto a lo agrícola como a lo ganadero.
Orígenes y evolución de la Agricultura Ecológica
Aunque el origen de la agricultura ecológica moderna se suele situar en Austria en 1924, en España no se introdujo, y lo hizo tímidamente, hasta la década de los setenta. Durante la década de los ochenta estuvo ligada principalmente a asociaciones ecologistas y movimientos alternativos que hicieron de la agricultura ecológica en buena medida una causa ideológica. Esta primera etapa se corresponde con los años de una Política Agrícola Común (PAC) con objetivos muy enfocados a la producción, cuyo “éxito” acarreó los problemas de excedentes de las producciones llamadas continentales (leche, carne de vacuno, cereales).
En el ámbito de la Unión Europea, el Libro Verde de la Comisión de 1.985 fue el precedente que marcó un nuevo enfoque para intentar resolver los problemas derivados de los usos agrícolas intensivos. Este documento ya hablaba de mantener una agricultura capaz de garantizar la conservación del medio ambiente, en su vertiente socioeconómica y biológica. En 1986 dio comienzo el reconocimiento político de la agricultura ecológica aprobándose el Programa Europeo de Apoyo a la Agricultura Biológica.
La producción ecológica se encuentra regulada legalmente en España desde 1.989, año en que se aprobó el Reglamento de Denominación Genérica “Agricultura Ecológica” y su Consejo Regulador. Éste se aplicó hasta la entrada en vigor, el 1 de enero de 1993, del Real Decreto 1852/1993, que trasladó a la legislación española el Reglamento (CEE) nº 2092/91 del Consejo sobre la producción ecológica y su indicación en los productos agrarios y alimenticios. A partir de esa fecha prevalecieron los preceptos de la norma comunitaria.
A partir del Reglamento (CE) nº 2092/91 comienza una tercera etapa, definitiva para la consolidación de este modelo productivo, en tanto en cuanto supuso la unificación de los criterios de producción y control. Con la reforma posterior de la PAC en el año 1992, se haría hincapié en el cuidado y respeto al medio ambiente como pilar básico de la misma. Además, se refrendó la responsabilidad de toda la sociedad en el cuidado del medio ambiente, reconociéndose el papel fundamental desempeñado por los agricultores en la conservación y manejo de los paisajes y los sistemas agrarios.
En el ámbito nacional, el citado Real Decreto 1852/93, sobre la producción agrícola ecológica y su indicación en los productos agrarios y alimenticios, estableció la base legal para que las Comunidades Autónomas asumieran el control de este tipo de producción, de acuerdo con lo establecido en el reglamento comunitario.
A raíz de la regulación de la Denominación Genérica “Agricultura Ecológica” se creó el Comité Territorial Andaluz de Agricultura Ecológica. Andalucía fue la primera Comunidad Autónoma en dotarse de instrumento propio. Este comité se convertiría posteriormente en el Comité Andaluz de Agricultura Ecológica, órgano desconcentrado y consultivo de la Consejería de Agricultura y Pesca, al que fueron encomendadas las labores de certificación y control establecidas en el Reglamento (CEE) nº 2092/91.
En el marco del Reglamento (CE) nº 2078/92 sobre métodos de producción agraria compatibles con las exigencias de protección del medio natural, la Administración nacional dispuso un sistema de ayudas a la producción ecológica que supusieron el respaldo definitivo a la expansión de este sector.
Con la Agenda 2000, que ha reforzado y ampliado la política medioambiental de la UE, se han mantenido las citadas ayudas a la producción ecológica dentro de las medidas “agroambientales”, incluyéndose en el Reglamento (CE) nº 1257/99 que unifica todas las ayudas al desarrollo rural.
La evolución de la agricultura ecológica no se restringe al recorrido normativo comentado. La protección europea ha normalizado en buena medida las iniciativas referentes a producción ecológica, pero no debemos olvidar la existencia de otros cauces de articulación y de manifestación de iniciativas relacionadas con la producción ecológica, que responden en buena parte de los casos a una mayor exigencia por parte de determinados sectores sociales.
Fuente: Plan Andaluz de Agricultura Ecológica de la Junta de Andalucia