¿Cambiar por amor? O ¿Ser tú mismo?
Todos nosotros tenemos una esencia, una personalidad, y en ocasiones, podemos desear “negociarla” por amor, sin embargo, esto es ¿realmente amor?
Las personas que saben amar, aman al otro sin importar sus defectos, sin forzar ni pretender cambiar al otro. Si no amas al otro tal y como es, es posible que no lo ames, o lo amas equivocadamente.
Querer cambiar a nuestra pareja
Es común escuchar “te amo, pero me gustaría que cambiaras, quisiera que fueras más paciente, extrovertido, trabajador, activo y deportista”, todos estos cambios, suponen una transformación de la persona en cuestión y prácticamente de su personalidad, por lo que se entiende que no estamos realmente enamorados de esa persona, sino de lo que esperamos que sea, de una idealización.
Mientras que la persona a la que se le exige un cambio, puede decidirse a cambiar “por amor”, sin embargo, es muy difícil negociar la esencia, puede resultar deprimente tener que cumplir esas exigencias que a veces no van con nosotros, es frustrante, y en algún momento nos damos cuenta que, realmente no nos aman, de hacerlo, nos aceptarían tal y como fuéramos y no tendrían que someternos a estos cambios radicales.
Si bien, algunos cambios como abandonar malos hábitos, son perfectamente justificables, pues quiere decir que la otra persona se interesa por nuestro bien, el tratar de cambiar nuestra esencia y personalidad, es más bien, una agresión a nuestro “yo”.
No dejes de ser tú
En algunas relaciones cuando nuestro “yo” es débil, podemos adquirir características y mimetizarnos con la persona amada. Cuando esto ocurre, podemos abandonar aquello que nos define, para adquirir una nueva “identidad”, que es más bien, la identidad del otro y lo que desea, lo cual, puede resultar poco sano. Podemos definir, identidad, como esa consciencia o conocimiento de lo que nos define, y nos distingue, cuando asumimos la identidad del otro, estamos haciendo a un lado nuestro “yo”.
Es natural que al convivir con una persona, adquiramos “cosas” del otro, sin embargo, cuando cambiamos nuestra personalidad, valores, ideología, e incluso religión por amor, puede derivar en un conflicto interno en el que nos cueste, identificarnos, y a la vez, también puede dar lugar una dependencia emocional a la otra persona.
En nombre del amor
Puede haber muchos motivos que nos impulsen a dejar de lado nuestro “yo”, con tal de estar junto a una persona.
La soledad: El temor a estar solos puede obligarnos a abandonar lo que somos con tal de ser aceptados y estar junto a alguien.
El milagro de amor: Mucha veces, queremos permanecer junto a personas que no nos valoran ni nos quiere, porque creemos que un día será recíproco, y aunque algunas veces esto puede ocurrir, también hay que saber cuándo nuestro “yo” está cediendo demasiado.
Abandonar tu vocación: Cuando no podemos desarrollar nuestros talentos naturales y debemos abandonar nuestra vocación debido a límites que nuestra pareja nos impone, es común, que tengamos la idea de que cuando se ama hay que hacer sacrificios, pero no es necesario. Al abandonar nuestra vocación, acabamos por no autorrealizarnos como seres humanos, lo cual puede a su vez hacernos sentir frustrados.
Dejar de lado tus valores y principios: Estos deben ser innegociables, cada uno de nosotros tenemos valores y principios que hemos adquirido en nuestra formación y cuando alguien, en este caso, nuestra pareja quiere negociar esos valores y principios, y cedemos, ponemos nuestra dignidad en riesgo.
¿Cuáles son tus límites?
Para amar, sin duda, es importante aprender a amarte primero, aprender a quererte, e identificar que te gustaría conservar de ti, que es lo que te hace feliz como eres, esto no significa que te cierres, estar dispuesto a un cambio es posible y también sano, pero siempre valora que tan bueno para ti es ese cambio y cómo te sientes con ello, si sientes que compromete tu “yo”, entonces háblalo con tu pareja.
Por otro lado, ama a tu pareja con sus virtudes y defectos, de la misma forma que esperas que te amen. Recuerda que ninguno de nosotros somos perfectos.